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martes, 18 de noviembre de 2014

CIENFUEGOS ME DIÓ UN SONETO












(o "LA CANCIÓN DEL CIENFUEGUERO EN EL DESTIERRO") 

Se aleja la ciudad, y yo sin alas, 

no alcanzo a detener el triste viento 

que arrasa su verdor y, en un momento, 

de las cumbres me aparta las escalas. 

Me quedo atrás al sitio que en las malas 

y buenas del andar y el pensamiento 

me viera vagar solo, mas contento, 

de echar mi voz al viento, aún sin galas. 

Yo, que a las gentes fui más que a las salas, 

dejo escapar la tierra que, en mi intento, 

escarbé con mis hambres como palas. 

Quédense, pues, ensueños que frecuento, 

y guárdenme el terruño de esas talas 

que yo, aunque talado, también siento. 

Armando Prieto Sust. 












lunes, 17 de noviembre de 2014

UN "DÚO" DE SONETOS


I- SONETO INCIERTO. 

Una tarde de enero en que las rocas 
bajo el baño de olas se perdían 
y peces en la arena parecían 
bajo el beso encalladas nuestras bocas. 

Mis manos, que eran dos gaviotas locas 
tu talle entre sus alas lo mecían 
y errantes por tus islas te pedían 
no dejarlas morir entre las rocas... 

Pero el suave terral hacia las olas 
tus ansias se llevó. Las caracolas 
no quisieron su canto regalarnos. 

Y en la costa dejamos olvidada, 
en triste soledad abandonada, 
la cabaña que vino a cobijarnos. 






















II- SONETO CIERTO.

El muro de coral la ola rompía, 
así tu tempestad quebró mi prisa. 
Al ancho ventanal corrió la brisa; 
así, sobre tu sed, corrió la mía. 


Mi barca entre tus olas me perdías, 
mis labios navegaban en tu risa. 
Afuera el mar rezaba su honda misa, 
adentro yo zarpaba y tú gemías. 

Mojadas y entre espumas tú me abriste 
todos los puertos y bahías que supiste 
al fin de la tormenta, ya inminente...  

Sentí que el mar se abrió bajo mi pecho. 
Entonces me salvó tu boca 'al dente'  
de naufragar allí, sobre tu lecho. 









UN RELATO CORTO


ArmandoPrieto Sust. 





Dice así este relato corto: 

Hola, muy buenas. Soy un relato porque relato, y soy corto porque no soy largo. Un día me cansé de temer a los largos y me rebelé. 

El relato largo, el cuento corto, el cuento "cuento", la novela corta, la "noveleta", la novela "novela" de muchos tomos, y las Obras Completas se reunieron. 

De pronto, tomé impulso. Estaban todos en fila y les pasé por encima de un gran salto... 

Caí allá, muy lejos, pero no lo suficiente como para que no me alcanzara el de "Seguridad" quien, al verme, tomó su 
"emisora", "walking-talking" o "radio".  

En fin, se llevó el aparato a los labio diciendo: 

-¿Sí?: Relato: Cambio...  ¡CORTO..! 
                                                       

Entonces fui feliz...  Tan feliz, siendo aún este relato corto

-¡CORTO...! 

Y no me "CAMBIO" por nada en este mundo...  


                                                       
  







LOS INDIOS DE SARAH BERNHARDT- II, (SEGUNDA PARTE, claro...)





    Habíamos partido de la premisa de que la  célebre y polémica actriz francesa Sarah Bernhardt, de viaje y actuaciones en Cuba durante una gira por toda América, había comentado, refiriéndose a los cubanos, que éramos unos " Indios con frac" y que , años más tarde, al preguntársele a la propia actriz si era cierto que ella había dicho esto de los cubanos, la divina respondió: 


_ ¿ Yo...?.¡ No!. ¡ Jamás he dicho eso...! Indios, sí.  Pero con frac, ¡Nunca..! 
    
Algunos estudiosos de las conquistas europeas del nuevo mundo americano, distinguen entre las características que diferenciaron a los británicos y anglosajones que colonizaron principalmente el norte, y las de los ibéricos, que lo hicieron con el sur y centro, como es el caso de Cuba. Se dice que los británicos vinieron más con visión de asentarse, de fundar villas y ciudades y de trasladar sus costum-bres y cultura a las nuevas tierras, y que era más frecuente entre ellos que viniesen con sus esposas, familias, etc; mientras los que nos tocaron a nosotros eran más aventureros, venían solteros o solos, más con intención de saquear, explotar y volver a casa con un buen botín.     Claro está, que los del norte tampoco eran unos angelitos que les pidieran permiso a los señores inditos para instalarse cordialmente entre ellos, irse juntos al trabajo, jugar al bridge por las noches y al beísbol los fines de semana; pero parece ser que la conquista ibérica fue más sangrienta y despiadada, lo que no significa que no lo fuera la del norte.    Entonces, claro. ¿ Les iban a pedir los inditos a los señores Diego, Hernán, Alvar, Francisco, y compañía que los dejasen tranquilitos y se volviesen con sus regalos?.     Y no sólo a éstos, sino también a los soldadillos de fila, a los marinerillos simples, que venían con los ojos y las cabezas llenos de codicia, y que cumplían órdenes de una corona que recién había constituido la hegemonía española al unirse, con el matrimonio de Doña Isabel de Castilla y Don Fernando de Aragón, los principales núcleos hispánicos; que emprendían un proyecto de reinado ambicioso, tras haber expulsado a los moros de Granada, -sometida a la ocupación árabe por más de siete siglos-, y a los judíos de todo el reino, introduciendo de paso, la Santa Inquisición. Comenzaban a planear la culminación de conquista y reconquista de muchos otros territorios, como las Islas Canarias, Navarra y muchos otros, dentro y fuera de la geografía hispana. Y, por supuesto, para todo ello se necesitaba disponer de riquezas.      Estos "pobrecillos" marineros y soldados de fila, -improvisados, de "ocasión" y de fortuna, los más- vendrían a llenarse los bolsillos y a salvar en esta misión los sueños e ilusiones y los estómagos de las familias que habían dejado en, ( ¿España...?. ¿ Qué era y dónde quedaba, entonces, lo que hoy conoce-mos como España ? ), aquel país que, para muchos de ellos, no estaría ni bien claro cuál era, más que su propio terruño.     Traían el mismo propósito, -desesperado en no pocos casos-, que movía a los vendedores pregoneros ambulantes de la calle de mis memorias infantiles y que mueve casi todas las empresas del ser humano en este Reino de Dios, con las diferencias que nos pone el altísimo, de tipo moral, ético, humano y de toda catadura, y que nos ha hecho llegar a la conclusión, en las más disímiles situaciones que se nos revelan a cada paso, de que "el fin, (¿ si ?), (¿ no?) justifica los medios".    Así, pues, a eso venían. Movidos por esos "nobles" propósitos, se habían enrolado en la loca aventura de surcar los océanos en frágiles e inseguras naves, en pos de un destino que no se sabía a ciencia cierta si era real o no, o si eran habladurías, ( no existían las agencias informativas cablegráficas, ni la tele por satélite, ni Internet, para confirmar las noticia),  al tiempo que cumplían órdenes de un reino que estaba necesitado y sediento de rellenar sus arcas maltrechas, reino que entraba en guerras constantes por la supremacía militar, comercial, -y hasta por conflictos religiosos, familiares y dinásticos-, con otros ejércitos de los entonces restantes imperios euroasiáticos, principalmente los turcos, -herederos del guerrerismo de los fenicios, cartagineses, otomanos, bizantinos, romanos, etc, que ya habían conquistado y reinado en varias regiones del entonces reino de España, disputándose constantemente el control y el dominio de las rutas de las especies y otros beneficios de sus antiguas colonias del otro hemisferio; cuidándose constantemente hasta de levantamientos e intentos por destronarlos por parte de un pueblo descontento y sumido en la miseria y de una cada vez más pujante burguesía que quería hacerse con el poder; cuidándose de los Borbones, los Saboyanos, los Médici, los Estuardo, los Habsburgo, etc, etc, etc; en su puja para hacerse con el trono español, que abarcaba por entonces hasta algunas ciudades italianas, francesas y portuguesas, mientras otras que hoy sí son españolas, no lo eran. Trono español que, por demás alcanzó a reinar en Alemania, países bajos, así como en otros países centro-europeos, euroasiáticos, africanos, etc, amén de sus colonias de ultramar.


   


 Y me refiero no sólo al período de reinado de los Reyes Católicos, porque Isabel sólo reinó hasta 1504, año en que murió, y Fernando lo hizo hasta 1516, -también hasta su muerte-, como monarca de Aragón. Había dejado de serlo de Castilla desde la muerte de su esposa, aunque continuó como regente de la nueva reina, su hija Juana I.     Pero la conquista duró más de tres siglos, durante los cuales desfilaron por las cortes españolas variopintos tipos de reinado, disputas con vacantes del trono incluidas, revoluciones sociales, rebelio-nes militares y ocupaciones ídem extranjeras, usurpaciones, declaración de la primera república, etc, a pesar de lo cual, el carácter y los métodos de conquista en tierras de América seguían inamovibles.     De momento, los últimos vestigios de la civilización indígena cubana, habían sobrevivido al menos a estos reyes.  
    Entonces, claro. ¿ Qué importaba si los Reyes Calicos estaban o no todavía en poder de la corona, fueran estos u otros los que gobernaran, y se ocuparan, -unos más, otros menos-, de sus deberes monárquicos para con las recién descubiertas tierras, o mandasen tener más o menos compasión para con sus infelices habitantes, si de sacarle el máximo de zumo a la naranja se trataba y, de paso, "exprimir" un tanto a los infortunados inditos que, en definitiva, nadie los mandó a estar ahí, ni a ponerse tan malitos cuando se les hacía trabajar?.       
    Por otra parte, esos tíos no aparecían en ningún censo, ni estaban registrados en sitio alguno, así que si se cargaban a al- gunos,  ¿ quién lo iba a notar ?.   


    Al principio, los colonos se mostraron un tanto respetuosos con los indios, sobre todo porque Colón no les permitió abusar de ellos, e intentaba llegar a algún acuerdo de convivencia con los indígenas. Pronto algunos de los más inescrupulosos jefes militares españoles, lograron encontrar un pretexto para deshacerse del marino genovés y devolverlo de regreso a España, incluso en calidad de prisionero y encadenado. Todavía regresaría Colón una vez más, -su cuarto viaje-, pero ya para entonces la autoridad del almirante ante los demás colonos era prácticamente nula, y en este viaje quedó olvidado y abandonado al encayar sus naves y perder casi la vida, en el 1503, en las costas de Jamaica. En 1504, volvería definitivamente a España, donde moriría dos años más tarde, pobre, ignorado y casi arrepentido de haber descubierto aquel trozo de mundo para ponerlo en las manos que al final se lo quedaran. 
    Otros, como el fraile franciscano Fray Bartolomé de Las Casas, se opusieron a los abusos contra los indígenas, pero sus esfuerzos también fueron en vano.
    Lo cierto es que los españoles no habían hecho tanto caso a Cuba como a La Española, en dónde había más oro, pero ya hacia 1510-1511 se vuelcan más intensamente en su conquista definitiva, e intentan descubrir y extraer más oro y fundar asentamientos desde dónde irse apoderando de la isla, "¡para explotarte mejooor...!", como diría el lobo disfrazado de abuela a Caperucita Roja en la memorable escena final del cuento.             
    Los indios que, al final de todo cayeron en cuenta. No eran tan tontos como se los imaginaban sus conquistadores. Los que no habían sido aún esclavizados, comenzaron a tirar y a esconder todo el oro que pudieron, y se rebelaron al sometimiento.
    Un cacique taíno de origen quisqueyano, (como si  aquellos inditos anduvieran como "Pedro por su casa", navegando con sus canoas entre las islas caribeñas. ¡ Joder..!, ¡ lo difícil que nos resulta hoy día...!), llamado Hatuey, fue el cabecilla de la rebelión, a la que se unió el cacique Guamá y otros. Fueron reducidos en un período relativamente
corto, y Hatuey, Guamá y otros jefes capturados, expiaban la osadía de sus rebeldías en el fuego de la hoguera. 
     Para que sirviese de escarmiento, y a la vez de "enseñanza" al resto de sus congéneres, justo antes de prender fuego a las piras sobre las que los ataron para quemarles vivos, -pero muy en serio, no fue un amago ni mucho menos-, les acercaron una cruz y un monje franciscano les propuso el bautizo y convertirlos al catolicismo. "Purificar" sus almas les proponían , justo antes de prenderles fuego. Les daban así la opción de entrar al "cielo" de primera mano y bien "calentitos", a lo que Hatuey respondió que si había españoles en el cielo, para ahí él no querría ir. Esto ocurriría hacia 1512.
    Nacía así, la leyenda del primer rebelde "cubano", el cacique Hatuey, que era en realidad oriundo de la isla de La Española, posteriormente bautizada como Santo Domingo, correspondiente más tarde a las actuales República Dominicana y Haití, muy parecido al nombre que le daban los indígenas en su lengua "arawak", ( Ayti o Hayti ).
    Resulta curioso percibir que casi todo regresa, -por no sé qué misteriosa regla-, a sus orígenes; como los asesinos de las novelas policíacas de nuestra adolescencia, que volvían siempre al lugar del crimen, cuando no fuera el consabido mayordomo, en cuyo caso permanecía en la escena hasta ser descubierto.
    Está claro que no paso por alto algunas imprecisiones y tal vez hasta contradicciones en este intento por resumir la breve historia de los que debieron ser, -pero no lo fueron-, nuestros antepasados, pero los recuerdos de la época en que me lo intentaron enseñar y las fuentes que he podido consultar tienen las mismas contradicciones e imprecisiones que, involuntariamente haya yo podido transmitir. Pero me temo que la historia de mi país, como lo es en general la historia, no estarán jamás exentas de ellas.
    Lo que sí no es una contradicción es que aquellos colonos llenos de ambiciones acudieran a la violencia y a la barbarie para lograr sus objetivos, porque sí es un hecho bien preciso que por sobre las contradictorias historias de sus antepasados y orígenes gravitaban no cientos, sino miles de años de violencia, sangre, exterminio, guerras y atrocidades de toda índole, de las cuales habrían sido sus ancestros más lejanos, cercanos y quizá, hasta ellos mismos-, unas veces víctimas, otras victimarios, -o ambas a la vez, las más-, pero nunca entes indiferentes ni imprecisos: 


    ¡ Pedónalos a los pobres, Dios mío !. Es que venían "desde" y "en nombre" de una "civilización" en la que la guerra, la muerte, el exterminio y el someti-miento, constituían "el pan nuestro de cada día", como método infalible para conseguir sus más "nobles" y ambiciosos empeños; y unas veces habrían "dado" y otras recibido también lo suyo. 
    ¡ Y mucho cuidado con contradecirme porque, precisamente, estos sí son MIS antepasados...!.

Mil años hace que el sol pasa 
reconociendo en cada casa 
el hijo que acaba de nacer, 
que el monte dibuja perfiles 
suaves, de pecho de mujer, 
que las flores nacen discretas 
y las bestias y la luz también. 
Mil años para nuestro bien. 
En cada valle una gente 
y cada cala esconde 
vientos diferentes.  

Mil años, que el hombre y la guerra 
dieron lengua y nombre a la tierra 
y al pueblo que rindió a sus pies, 
la plata del olivo griego, 
la llama persa del ciprés. 
Y el musulmán lo perdió todo, 
la casa, el sueño y la heredad 
en nombre de la cristiandad. 

Íberos y romanos, 
fenicios y godos, 
moros y cristianos. 

En paz descansen esplendores 
de amor cortés y trovadores. 
Dueños del camino del mar, 
no había pez que se atreviese 
a transitarlo sin llevar 
las cuatro barras en el lomo. 

Descansa en paz, ancestral grey 
vendida por tu propio rey. 
De mártires y traidores 
enlutaron tus campos 
los inquisidores. 

Mil años hace que el sol pasa 
pariendo esa curiosa raza 
que con su llanto hace un panal. 
Y de su sangre y su derrota, 
día de fiesta nacional. 
Que con la fe del peregrino 
jamás dejó de caminar, 
de trabajar y de pensar. 

Empecinado, 

busca lo sublime 
en lo cotidiano.  

Mil años hace y unas horas 

que con manos trabajadoras 
se amasa un pueblo de aluvión. 
Con sangre murciana y de Almería 
se edificó una exposición. 
Ferroviarios, labradores, 
dulces criadas de Aragón, 
caricias de este corazón. 
Y lágrimas oscuras 
de los andaluces. 
Y la dictadura...  

Patria pequeña y fronteriza, 
mil leches hay en tus cenizas, 
pero un soplo de libertad 
revuelve el monte, el campesino, 
el marinero y la ciudad. 
Que la ignorancia no te niegue, 
que no trafique el mercader 
con lo que un pueblo quiere ser.  

Lo están GRITANDO 
siempre que pueden, 
lo andan pintando  
por las paredes...



    Se quedaría corto Joan Manuel Serrat en este maravilloso texto de su canción "Por las paredes", porque en realidad el europeo o, mejor, el euroasiático: 

       No llevaba mil, sino miles de años haciéndose la guerra unos a los otros, tratando de imponer su lengua y su cultura a los que podía despojar de sus riquezas y sus casas y sus sitios de asentamiento en beneficio propio, poseyendo a sus mujeres ( no para mezclar la raza del pueblo vencido con la suya, -que también-, sino para saciar otro de los apetitos humanos que casi con exclusiva selectividad tienen "derecho" a saciar los vencedores); y sometiéndolos hasta hacerlos desaparecer o hasta que pudiesen, -con un poco de suerte o quizá la ayuda de otros más fuertes-, desquitarse y hacer con sus captores lo mismo que habían hecho con ellos, -¡o peor!-, perpetuándose hasta la saciedad la historia del "toma y daca".
    Y eso sigue, porque la versión moderna de la conquista es la política internacional, -y la nacional, y hasta la democracia en muchísimos casos-, como las de la esclavitud y el sometimiento lo son el trabajo asalariado y las estructuras sociales que nos obligan a hacer lo que sea para tener un poco de éxito en esta tenebrosa selva que sigue siendo el ordenamiento social y económico modernos-, amén de las guerras, que siguen siendo lo mismo, con medios más sofisticados y que superan en no pocos casos la crueldad y la implacable brutalidad de aquellos precursores; y con unas cuantas "leyes", "reglas" o "normas" para camuflar lo que permanece casi inamovible, o sea, que las reglas del juego son, precisamente, que no hay reglas.
    Y, ¡ bueno...!. Con toda esta verborrea "verbigrácica", -que en mi país llamamos coloquialmente "diarrea cerebral"-, no he tratado otra cosa que hacer que os deis cuenta de que siento mucha pena por NO ser el indio que decía Sarah Bernhardt que somos los cubanos, -con o sin frac, da igual-, y que un tanto avergonzado sí me siento de MIS VERDADEROS ANTEPASADOS.  
    No de mi abuelita Herminia, ni de sus padres, ni de todos aquellos españoles y europeos que durante todos estos años que vinieron después siguieron emigrando a América en busca de un futuro incierto, pero distinto y tal vez mejor; y empujados por las consecuencias de esa incorregible manía por las guerras y el sometimiento que heredaron sus gobernantes de sus "ilustres" y "heróicos" antepasados.   
    
    Un paisano mío, -colega, por demás--, logró colgar la bata y el fonendoscopio desde que se graduó casi, y anduvo por el mundo cantando sus melodías y tonadas "salseras", acompañado de un excelente grupo de jóvenes músicos cubanos y apoyado por el favor de las discográficas, los medios difusivos, y el público de un montón de países por donde paseó con éxito sus pegadizas y bailonas tonadas. Se dió a conocer como "Manolín, el Médico de La Salsa".          
     Terminó radicándose en Miami, desde donde aún anda intentando recobrar la "pegada" de sus iniciales andaduras, aunque me temo que no lo ha logrado, absorbido por los mecanismos sutiles del veleidoso mercado de la música popular actual.
    A golpe de bajo, "güiro", tumba --y otros "cacharros" de la percusión afrocubana--; así como de ese inconfundible "tumba'o" que le saben dar como nadie los músicos de mi islita caribeña al piano y a los instrumentos de viento y cuerda; ("tumba'o" que conocemos como "bomba"), repetía "El médico" una de las tantas tonadillas que el público coreaba febril, hasta el cansancio, y bailando desenfadada y "desaforadamente":
   "... Y esto no es ná; 

    ¡prepárate pa' lo que viene...!"          


domingo, 20 de julio de 2014

CUANDO DE NADA NOS SIRVE REZAR.








        El sorteo de La Primitiva del sábado me ha dado una gran alegría y muchas esperanzas. He salido muy temprano para mi trabajo, no se me ha escapado ningún autobús, el doctor a quien relevo no ha tenido que esperar por mí ni un minuto, y me ha sobrado tiempo hasta para tomar un café y conversar con soberana calma con mis compañeros antes de comenzar el turno de trabajo. Ellos están asombrados de verme llegar tan inusualmente temprano. Hoy no he tenido que lanzar el bolso en movimiento, para ponerme la bata en medio del salón de curas, ni he dejado mi merienda ni mi comida en sus bolsas de plástico anudadas sobre la solana de la despensa, a merced de todo, hasta que yo pudiese colocarla en el sitio adecuado. 
    He venido rozagante y feliz, de muy buen ánimo, y eso se me nota. No es muy distinto de lo habitual, salvo la puntualidad extrema y otros detalles menores que transpiro. Y es que, por muy deprimido y desgraciado que me sienta, yo siempre he tratado de disimularlo, y hasta ahora no he conocido tristeza que me quite los deseos de cantar, contar chistes, piropear a mis compañeras y bromear con todo lo que pueda. Así, lo que te hace sentir mal no se te quita, pero alejas un poco al desencanto, o lo haces mas digerible y te lo tragas mejor. 
    Pero de todos modos, algo distinto hay en mí hoy. Alguien ha preguntado si me saqué la lotería, a lo que otra voz ha respondido que, si fuera el caso, yo no estaría allí. No es difícil conocerme.
    Yo estoy disfrutando de una alegría efímera y muy peligrosa, porque he recuperado más del doble del dinero que había apostado el sábado, y eso me ha llenado de esperanzas para seguir jugando. Me he vuelto a creer que todo es posible, y eso, a estas fechas de la realidad pura y dura, puede llegar a ser fatal.
    Entre mis boletos de apuestas sabatinas, he descubierto cuatro combinaciones de cuatro aciertos cada una, unas cuantas de tres, y no pocos reintegros. En total he recuperado como quinientos euros y estoy muy contento, no tanto por el dinero, sino porque me creo que eso significa que ya estoy cerca del gran premio.
    El dinero es lo de menos. Es eso lo que decimos cuando lo tenemos y, exactamente igual que en aquellas circunstancias en que hemos salido de un gran peligro, temor o enfermedad, de pronto, ya no nos acordamos de lo mal que la pasamos antes de llegar la ansiada solución a nuestro drama. Nos parece que no ha pasado nada, y que, lo malo que fué, estaba sólo en nuestras mentes.
    Pero yo estaba realmente contento aquella mañana. Yo, que había perdido hasta esa fecha un promedio de venticinco a trenta mil euros en juegos de azar ( ya hoy día, pienso que llega a cien mil esa cifra...), me sentía feliz y afortunado de haber ganado sólo quinientos. Y era por eso: el dinero es lo de menos. No importa lo que pierdas, lo que importa es lo que ganes y, más aún, lo que vas a ganar. ¿Qué más dan  quinientos o cinco mil euros, si tú sabes que tarde o temprano ganarás doscientos mil, como poco?. ¿Qué importancia tienen veinte o cinco euros que están en tu bolsillo o en la billetera, si con ellos vas a sacar un millón?. ¿Tiene alguna importancia quedarte sin un céntimo, andar en autobús a costa de la caridad ajena, levantar rumores y malediciencias contra tu persona por andar siempre sin un duro, pidiendo las más de las veces a los demás algo de dinero, si estás convencido de que en algún momento te va a sobrar ?. Entonces, van a ver todos cómo soy. Los invitaré a todos, nos iremos de viaje en un vuelo chárter que irá por mi cuenta, y hasta los más huraños y antipáticos recibirán regalos míos.                
    Aunque, de momento, la realidad era sólo aquel respiro de quinientos efímeros euros, así de lejos andaban mis pensamientos en aquella mañana de finales de diciembre en que, renovado, comenzaba un nuevo día de trabajo. 
    Mirando, a la brillante lucesita del otoscopio, oídos rojos y purulentos de otitis o cagados de cerúmen, gargantas inundadas de pus, amígdalas de asco; rebajando barrigas perniciosas con sobrehumano esfuerzo para, al final no palpar nada; pinchando nalgas, ensartando venas, cosiendo tajos, traspasando anos adoloridos y vaginas pruriginosas y fluidas; tragándome chillidos de chiquillos aterrados y más sanos que sus padres hipocondríacos y quisquillosos, se me ha ido la mañana y parte de la tarde, recordando todo el tiempo a Cuba.
    Debe de ser por la inminencia del retorno vacacional que me anuncia la promesa infundada de un premio lúdico que no me suelta ni en medio de una parada cardiorespiratoria, con maniobras extremas de resucitación cardiopulmonar y "chuchazos" eléctricos incluidos. La imágen del paciente con la laringe atravesada por el tubo endotraqueal, alejándose en la camilla que mueven los chicos de la "medicalizada", me ha aterrorizado. ¿Será que tengo mucho miedo de que me pase a mí, antes de que pueda volver a ver alguna vez mi ciudad con tufo marítimo, los ojos brillosos de alegría de mis viejos aún en vida, la sonrisa infantil y los ojazos negros de mi
hermana y mi sobrina --cada una los suyos--, el aspecto de macarra inocente y bonachón de mi hijo, la mesa del comedor, donde me parieron...?.
    Sea por esto o por el episodio que me confirma el rechazo, la desaprobación y objetiva crueldad que mis compatriotas le reservan a todo animal que no tenga igual plumaje, lo cierto es que en cada cosa que hago durante mi jornada, encuentro un punto que me enlaza con remembranzas de mi tierra. ¿ O será que lo que hago es reprocharme el no haber podido casi nunca o el no haber hecho lo suficiente como para hacer con más frecuencia ( o con alguna frecuencia ) eso que hacen la mayoría de mis pacientes: darles a sus seres queridos unos días de sosiego, de esparcimiento y de disfrute en ambiente fraternal y familiar?. Hay, en el álbum fotográfico de mi familia, muy escasas fotos con ese tema, y me entristece reconocerlo.         
    La llegada de la tarde con su receso en la afluencia de pacientes,  (pareciera, a veces, que las dolencias también respetan y disfrutan de los horarios de almuerzo, siesta, festividades y celebraciones locales y nacionales, y que arrecian cuando se acuerdan de que llegó la hora de hacer algo...), me da la oportunidad de bajar al puesto de loterías y refujiarme una vez más en lo bien pensado de mi estrategia de juego. Los quinientos euros son otro alivio. Las apuestas de La Bonoloto son las más baratas y, con menos de la mitad de lo ganado, puedo desplegar ampliamente mi sistema pro-panacea, y me sobra dinero para seguir apostando durante toda la semana casi.
    Unas cuantas visitas a domicilio en los hoteles cercanos y no tan cercanos, anuncia la vuelta a la vida de la tarde que, paradójicamente, ya comienza a decaer justo cuando resucita. 
    Me desplazo hasta allí, en ocasiones, llevado por los chicos en una de las ambulancias de los servicios privados que, en cordial acuerdo y desleal competencia, se toleran mutuamente, soñando con el día en que desasparezca el contrario, más que sobreviven. No sé si debido a ello, o porque, en realidad les caigo simpático a los chicos, los servicios en ambulancia son de lo más divertidos, porque los chavales hacen lo indecible por hacerlo lo más ameno posible: Me cuentan chistes, me piden y me ríen los míos aunque ya se los haya contado antes y, cada equipo a su manera, hace lo suyo por seducirme, incluyendo invitaciones a café, helados y hamburguesas.
    Los otros servicios de llamadas los cumplo trasladándome en el coche de la empresa, haciendo gala de mi pericia de conductor improvisado y sin carné, pero con la anuencia que nos da el diseño de vehículo médico en servicio, y la evidente imágen de facultativo que se le nota al conductor, con su bata, sus gafas y sus canas. La policía y la guardia civil --cuyos agentes que me reconocen, me saludan efusivos y, hasta en alguna que otra ocasión, me han pedido consejos y recetas médicas-- ni siquiera sospechan que el doctor no ostenta la calificación y autorización debidas para conducir 
un vehículo y, cada vez que pueden, asisten y colaboran, garantizando una circulación fluida y sin obstáculos, al facultativo en su transporte de servicio.
    Unos cuantos pacientes más que --debutantes unos y en reconsulta otros-- aguardan por mi regreso, o simplemente aparecen cuando menos te los esperas en el local del centro médico, interrumpen el almuerzo, arruinan el sueño, rompen una escena de los más romántica y otra muy divertida que había en la tele, amén del partido de fútbol hasta que, sin mayores contratiempos, ya estamos entrando en la noche, y se acerca la hora del sorteo.










  
      Afortunadamente hoy, --que, os lo aseguro, no es lo habitual--, no aparece nada de trabajo que me impida hacer lo que hago siempre que puedo, unos minutos antes del sorteo, para atraer la suerte, la Gracia de Dios y la Piedad Divina. Con esa intención, finjo que intentaré dormir un poco, y me encierro en la soledad del despacho.

    El rito se me fué ocurriendo, y se ha ido conformando hasta llegar a lo que es hoy, desde que --apercibido de que iba a tener que recurrir a la benevolencia del Señor si persistía en mis pretensiones que, ni con ésas-- comencé a rezar y a idear plegarias de lo más singulares, invocando a un Dios que se supone tiene conocimiento de que se celebra un sorteo diario que puede hacer dichoso a más de uno aunque, eso sí, en diferentes grados de dicha por cada día.
    Yo rara vez había rezado, y puede que ese factor sea determinante en los casi nulos resultados que hasta hoy han tenido mis plegarias que, convencido de que algún día alcancen el "quorum" suficiente, no cejo en enviar al Todopoderoso y a otras divinidades adyacentes día a día, a la hora del sorteo. He pensado seriamente en cambiar de horario, por aquello de que "nos acordamos de Santa Bárbara no más cuando truena", además de por el hecho obvio de que, sin duda, a esas horas deben ser de una indescifrable complejidad las voces que pudieran el Señor y otras Entidades Colaboradoras alcanzar a descifrar, si es que, como se comprenderá muy fácilmente, alcanzaren a descifrar algo.
    Pero yo no me detengo ante tales imprecisas suposiciones, que no pasan de ser terrenales y, esperanzado --además que guiado por la sabiduría del que dijo "no hay peor gestión...--", me abandono a la paz que me da hablar a alguien que no sea los que ya conocemos, y recito una y otra vez el rito, mirando al cielo por una ventana siempre que puedo ( en cuyo caso, me aseguro que no hayan ojos ni oidos profanos que capten y descifren mis mensajes divinos, no por miedo al ridículo ). 
   Una vez en ese trance, sostengo los talones apostados en mis manos y, recorriendo cada una de las líneas de a seis números que pudieran aderezarme sustancialmente la existencia, se las voy mostrando al Cielo, mientras repito una vez por cada una:
   "Jehová, Yavéh, Dios, mi Dios, en el Nombre de Jesús Cristo, tu Hijo aquí en la tierra y en el cielo, yo (me identifico ) también tu hijo, te pido que te apiades de mí y me des la gracia de obtener un premio ésta noche en el sorteo que, llamado La Bonoloto, se celebrará ( o se está ya celebrando ) en la sala de apuestas del Departamento de Loterías y Apuestas del Estado de España, en Madrid, en la calle de Guzmán el Bueno ( esta dirección me la aprendí de tanto verla: aparece en el reverso de cada uno de los talones de apuestas ). Te pido así ( continúo ), Mi Dios, que una de éstas combinaciones de seis números aquí dispuestas en sentido horizontal, coincida con la que resultará de extraer siete bolas numeradas de un bombo o que, al menos, coincidan cinco de sus números, más el sexto, con la séptima extracción: el llamado "complementario". Hazlo así, Mi Dios. No nos abandones. O de cualquier modo, haz que yo recupere, al menos, todo o parte del dinero que he perdido...".
    Casi nada, le pedía yo. Además, sabiendo que a ésas horas estaría el destinatario de mis oraciones muy solicitado, también le dirigía peticiones a otras divinidades, como por ejemplo:
    " Virgen María, Madre María, Santa María, Doña María; María Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre mía. Yo ( otra vez, mis datos personales, para que sepan quién les habla y no haya confusiones...) tu Hijo también, te pido que intercedas por mí ante Dios, ante Jehová, ante Yavéh 
para que se dé el milagro que le he pedido: un premio..." ( lo mismo...).
    Luego, cubano al fin que vivió muchos años en La Habana, me remitía a nuestra adorada divinidad de La Milagrosa, deificada por los asíduos al cementerio de Colón en La Habana y, más tarde, por casi todos los cubanos de cualquier rincón de la isla. La figura y creencia en ésta divinidad o deidad popular, tiene su orígen en la leyenda de una joven señora de la clase media habanera de principios del siglo XX, Amelia Goyri de Adot, que enfermó de eclampcia durante el parto de su hijo. Se cuenta que, a pesar de los ingentes esfuerzos de su amante esposo, de su familia, y de los médicos, la chica no pudo rebasar el ataque, muriendo ella y también la criatura durante el paritorio. 
     Rotos de dolor, les dieron sepultura a ambos en una sóla urna, que depositaron en el panteón familiar, entre lágrimas y signos de duelo en habitual ceremonia de entierro cristiano, en el cementerio del municipio habanero de El Vedado.
    Este cementerio, bautizado "de Colón" en homenaje al marino genovés Cristóbal Colón, ha sido declarado por la Unesco Patrimonio Cultural de La Humanidad, por lo bella y majestuosa de su extensa arquitectura y los valores escultóricos y artísticos que atesoran tanto el diseño, como la extensión y número de sus panteones --que, se dice, son en su mayoría una réplica a escala de las mansiones de la alta burguesía habanera--, sus  bóvedas, nichos, sepulturas; sus calles y aceras, jardines, fuentes de agua, criptas, capillas, las columnas monumentales que lo adornan, sus muros gigantescos que guardan miles de anécdotas y leyendas, como la que te estoy contando.
    En ese cementerio recibieron sepultura Doña Amelia y su malogrado recién nacido que, según cuentan, le fué colocado a los piés al cadáver de su madre. Se dice también que la historia de amor de la muchacha con el que ahora era su viudo, había tenido que atravesar un largo camino de pesares y sacrificios, para devenir en matrimonio sólo un año antes del desdichado desenlace pues, al parecer, el chico no era aceptado por la familia de ella, y sólo la constancia, la lucha de ambos por el amor, y sus privaciones hasta lograr la unión, pudieron vencer la prohibición. Se comprenderá mejor, entonces, que el infortunado padre de familia asistiese día a día a visitar la tumba de la que fué su amada y de quien iba a ser su hijo.                                                 
      Hasta que, años más tarde, se realizó la exhumación de los restos de los cadáveres. La perplejidad y la desesperación que embargó a la familia al encontrarse con lo que se cuenta que apareció al abrir la tumba, dió lugar a la leyenda y a las facultades milagrosas que se le atribuyen a la fallecida: Tanto la criatura como su madre permanecían intactos, sin el menor signo de descomposición. El bebé, que en un inicio se había colocado a los piés de la madre, aparecía ahora en su hombro, arropado por ella.
    Es también parte de la leyenda el hecho de que el viudo enloqueciese tras el hallazgo. Desde ese momento, no dejaría nunca de llamar a gritos a su amada, haciendo sonar contra el mármol las aldabas de hierro que adornan la tumba, en sus intentos desesperados por despertar a su Amelia, rito éste que (el de sonar las aldabas contra el mármol ) siguen repitiendo los devotos de la Milagrosa en señal de reclamo a los milagros que le piden.

   Muy lejos de La Habana, como para poder hacer sonar las anillas de la tumba de la Milagrosa y rogarle por un milagro salvador, pretendía yo hacerlas sonar a gritos, pues mis rezos pre-sorteos contenían una plegaria a nuestra Milagrosa, y era así:
    " Amelia Goyri de Adot, Amelia Goyri de Adot, La Milagrosa, Milagrosa Santa. Santa Amelia Goyri de Adot, La Milagrosa del cementerio de Colón de La Habana, Cuba; Milagrosa Santa Amelia, La Milagrosa, Mi Milagrosa Santa, haz el milagro. Haz el milagro, Milagrosa. Milagrosa, haz el milagro. Haz el milagro de que yo ( ya sabéis, me identifico...) pueda obtener un premio en el sorteo de La Bonoloto, que se celebrará ésta noche en..." ( adjunto los mismos datos...).
    "...haz el milagro, Milagrosa, haz el milagro, e intercede por mí ante la Virgen María, la madre de Dios, ante Jehová, Yavéh, Dios, mi Dios, nuestro Dios...". 
    ...el resto, ya se conoce... 
    Por último, un buen día en un programa televisivo de corte místico, generado en Miami y conducido por una paisana mía, aparecieron varios testimoniantes que decían haber visto a su Ángel de la Guarda, o al de algún familiar que estaba pasando por una situación extrema al momento de la visualización. Entre otras cosas, mi coterránea ( a todas luces, documentada previamente acerca del tema que se iba a tratar en su programa ) coincidía con sus invitados-testigos en algunos rituales y normas que debemos observar ( y me incluyo porque yo, desde ese mismo instante, ya me había subido al carro...) los que aspiramos a pedirle algo, hablar
con él, e incluso ver algún día a nuestro Ángel Guardián  
    Aconsejaban éstos que lo primero era preguntar en voz alta por su nombre, o sea, algo así como decir ( en un momento de soledad preferentemente, como se entenderá ) en voz alta ( y también clara):" Ángel de La Guarda, Mi Ángel de La Guarda, ¿ cómo te llamas...?. ¿ Cómo te llamas, mi Ángel de La Guarda?. ¿ Me dices tu nombre, Mi Ángel de La Guarda...?".
    Según aquéllos, tras hacer ésto se debía tomar por válido el primer nombre que te viniera a la cabeza, ya que ellos no garantizaban que fueras a escuchar, efectiva y realmente, la voz de tu Ángel Custodio responderte: "Mucho gusto, amo. Encantado. Mi nombre es Fulano. Y tú, ¿cómo te llamas...?".
   Tal y como estaréis pensando, lo hice así y, como me lo esperaba, no escuché nada pero, no sé por qué, desde el mismísimo momento en que pronuncié la invocación, me sonó en la mente un nombre: Gabriel. Y ése es el nombre de mi Ángel Guardián: Gabriel. Os lo presento: 
    Éste es Gabriel, Mi Ángel de La Guarda... ( saluda, Gabriel...).         Y, por supuesto, tampoco escapa Gabriel a mis rezos y peticiones pro-premio metálico:
    "Gabriel, Mi Ángel de La Guarda, Gabriel. Ángel de La Guarda, Gabriel. Gabriel, Mi Ángel de La Guarda, mi Ángel de La Guarda, mi fiel compañía, no me abandones de noche ni de día, y concédeme el Milagro que te pido, y... ( ya sabéis, lo de siempre...).     


    

Se comprenderá que, repetir todos éstos rezos por cada una de las líneas de apuestas que había sellado que, no eran pocas, su tiempo tomaría. Pero yo no paro por nada. Lo hago siempre hasta el final. En realidad, nunca lo había hecho en mi trabajo, porque en las horas de la tarde y en las previas al sorteo se hace muy difícil conseguir el tiempo y la soledad necesarios. El hecho de que hoy me hubiese sido posible pronunciar todas mis plegarias sin interrupción alguna, siendo por demás, el primer día que lo intentara aquí, me pareció un buen signo, premonitorio incluso de algún buen resultado. Con ése buen sabor de boca continué mi turno, evitando ver los resultados del sorteo, cosa que no haría hasta el día siguiente, al llegar a casa. 
    Con ésas esperanzas continuó mi turno, sin acontecimientos extraordinarios. Realicé todos los servicios que se presentaron con la mente puesta en los recuerdos de mi país. Con esos recuerdos rondándome, en cuanto pude, intenté dormir.

    Estoy tendido ahora sobre la camilla donde hace más de dos años he venido durmiendo por más de una noche seguida, en no pocas ocasiones en que he aceptado hacer dos turnos de guardia ininterrumpidos, en períodos en que, o bien nos ha faltado un médico en el equipo, o bien uno de mis compañeros necesita tomarse unas vacaciones, o algún que otro día libre. Resultará fácil entender que yo no salga de vacaciones muy a menudo y, entre otras cosas, jamás me he alejado de la ciudad en la que vivo más allá de la distancia que me separa del centro turístico donde trabajo. Por razones evidentes, yo siempre estoy necesitando algún dinerillo extra, otra condición que me convierte en la persona a quien casi todos recurren cuando es necesario tapar un agujero en el servicio de nuestra clínica. 
    Por ésa razón ha sido que, con frecuencia, he permanecido dos noches seguidas con sus 
días, de servicio. Una vez, fueron tres noches seguidas.
    Tenemos una cama plegable en el local de rayos-x, pero la idea de tener que armarla y desarmarla cada vez, no me hace mucha gracia, así que prefiero tenderme sobre la camilla de examen, toda vez que yo acostumbro a quedarme dormido en la posición que me sorprende el sueño que, casi siempre, es la misma en que me tiendo sobre el lecho y, salvo raras excepciones, lo hago tendido bocarriba, sin almohada, aditamento que prefiero colocar debajo de mis rodillas para elevar mis articulaciones coxofemoreles de la cadera y adquirir así, durante el sueño, la saludable postura o posición de "Williams", que resulta tán útil para corregir afecciones de la columna vertebral, mientras descansamos.
    Como creo haber contado ya, sufro de afecciones vertebrales. Una de ellas es en las cervicales, aunque es en las lumbares la de mayor importancia. De allí se me extrajo una hernia del disco intervertebral en mis tiempos de estudiante universitario, cuando, alternando entre las 
prácticas del equipo de judo de nuestro Instituto de Ciencias Médicas, y las del recién introducido en Cuba, a la sazón, deporte del kárate-do, parece ser que sobrecargué de entrenamiento mi sistema osteoarticular, y hube de lesionarme. 
    El conocimiento de que padezco de estas afecciones me obliga a ejercitarme cada vez que puedo y, aunque no lo hago con toda la frecuencia y la constancia que debiera, parece ser que lo que practico resulta suficiente para mantenerme en forma, más en forma incluso que muchos 
más jóvenes y sin las afecciones que me aquejan, sin que ésto os dé la idea de que soy un atleta destacado o un tío "cachas", ni mucho menos.
    En éstas cosas voy pensando a medida que, antes de terminar por adquirir la postura definitivamente cómoda a mi esqueleto ávido de reposo, hago algunos ejercicios estiratorios, 
combinados con algunas posturas del "yoga":  



    Me sostengo sobre la cama haciendo una parada de cabeza que, en el argot de aquél sistema hinduísta de autocontrol y entrenamiento físico, en pos de la paz espiritual y su integración con el bienestar físico, se denomina "sirshasana". Esta parada de cabeza es parecida a "el pino", pero sin poner las manos, apoyándonos directamente sobre el cráneo y los codos. 
   También permanezco otro tanto, antes de dormirme, en la llamada postura o "asana" ( en el yoga las posturas se denominan "asanas" ) del "sarvangasana", que es, igual, una especie de parada de cabeza, pero al revés, o sea, con el cuerpo invertido y todo su peso descansando sobre los hombros.
    Además de producir una relajación ideal para adentrarse en un sueño tranquilo, éstas posturas proporcionan un reordenamiento muy útil en la disposición circulatoria de nuestro cuerpo, ya que, al invertir por un tiempo que podemos prolongar a voluntad, el efecto que ejerce la fuerza de la gravedad sobre nuestros fluidos circulatorios corporales, proporcionan un descanso inmediato y una descompresión sobre las regiones más bajas de nuestra anatomía. Así, cuando, por ejemplo, hemos permanecido de pié más de lo que quisiéramos, y sufrimos, en consecuencia, una sobrecarga de fluidos hacia los miembros inferiores, éstas posturas compensan y corrigen casi de inmediato los efectos de las mencionadas sobrecargas.
    Además, se puede ver el mundo desde otra perspectiva por un momento y, de esa forma, te das cuenta de que éste está al revés, por lo bien y ordenado que se te aparece, cuando lo puedes apreciar "de cabeza" y, sorprendentemente, parece ser que con el flujo renovador de sangre, los pensamientos fluyen de manera mucho más ágil, condiciones ambas que, conjugadas y al unísono, hacen de éste instante pre-onírico-post-patas-arriba, un inapreciable momento para la reflexión y el pensamiento.
    Y así, patas arriba y cabeza apoyada sobre la camilla, con todo el peso del cuerpo descansando sobre la nuca, mi mente vuela, traspasa fronteras y se va a donde yo quiera, metiéndola a voluntad en los canales que desee sintonizar...