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domingo, 8 de marzo de 2015

EL ALMA AL ÓLEO. INTERIORES...







A todos. 

Los amo a todos. 


Amo a mi madre 
y a las madres,  
creadoras del hombre y todopoderosas  
las que dan a sus hijos 
el toque mágico 
del ser humano.

A todos

Los amo a todos.

Amo a los padres; 

al que tuve, 
y al que no tuve, -a los dos-, 
Y al que tengo, 
-los tres-, 
sin los cuales 
hubiera sido imposible llenar mis sueños 
de anhelos tan contradictorios. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos.
A mis hermanos; 
al varón,
-como yo-, 
y a la hembra, 
también como yo. 
A todos.

Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A mis mayores 
y a los mayores. 
A mi abuela, 
(madre de mi padre); 
a mi abuelo, 
(padre de mi madre; 
Los otros dos, no los tuve; 
pero también los amo. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A mis maestros, 
a los que me aprobaron 
y los que me suspendieron. 
Siempre un poco más a los primeros pero, 
mucho, 
mucho más, 
a los que más me enseñaron 
a saber la vida. 
A todos. 
Los amo a todos.

A todos

Los amo a todos.
A mis compañeros de estudio, 
-más a los de fechorías y de indisciplinas-, 
y a los que iban con el chisme a los maestros. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos.
A mis amigos, 
a las mujeres de mis amigos, 
a las amantes de mis amigos; 
y a los amantes de las mujeres de mis amigos que, 
a veces, 
también, son mis amigos... 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos.
A mis enemigos; 
a los de espaldas, 
a los de costado, 
y a los de frente, 
que son los menos, 
pero son los mejores, 
y los amo más. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A los conocidos y a los desconocidos.  
A veces, más a los segundos. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A los que sueñan, 
a los que despiertan, 
a los que luchan, 
a los que sufren; 
a los que sufren en silencio 
para que tú no sufras, 
y, aunque no lo parezca,
luchan, 
y también sueñan. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A los inválidos que caminan 
en los sueños; 
a los ciegos, 
que se miran hacia dentro; 
a los sordos
que se escuchan 
campanadas en el pecho 
y también se miran hacia fuera 
y a todos nos encuentran. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A los que hieden, 
por el poco de limpieza que conservan; 
a los pulcros,
por ser tan poca la impureza que les queda. 
A todos

Los amo a todos. 

A todos. 
Los amo a todos. 
De los crueles, 
de los asesinos, 
amo al hombre 
para, así, 
poder odiar más fuerte 
a la bestia que lo empaña. 
A todos. 
Los amo a todos

A todos. 
Los amo a todos. 

Amo a los viejos, 
que todos fueron jóvenes, 
-y muchos siguen siéndolo-, 
y amo a los jóvenes, 
que no todos serán viejos, 
pero no lloran por eso. 
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A los niños que son niños, 
a los niños que son hombres
a los hombres que son niños
A todos. 
Los amo a todos. 

A todos. 

Los amo a todos. 
A las matronas 
a a las comadronas, 
incluso, 
a la que me asistió en mi nacimiento. 
A los doctores,  
y ahí me incluyo; 
a los artistas y a los poetas, 
a los buenos, a los malos y a los peores.  
Ahí también me incluyo, 
y no confieso en qué fragmento. 
Pero, sí: ¡Los amo a todos..! 
A los intelectuales, 
a los funcionarios 
a los obreros, 
-los de las fábricas y los de la tierra-; 
y a los burócratas, 
-originales y copias-, 
hasta al que asentó 

mi acta de nacimiento 
en el Registro Civil 
y a mi 
porque, en  fin,
amo al hombre 
y a todos. 
Los amo a todos.  

viernes, 6 de marzo de 2015

EL DE AHÍ AL LADO.

EL DE AHÍ AL LADO.
(Poesía)















El de ahí al lado es flor de tu cosecha, 
la misma savia que el alma te engendró. 
El de ahí al lado es pan de tu ancha hornada, 
el de ahí al lado se llama como vos.

El de ahí al lado, ¿lo ves?; se te parece.  
Tiene ojos, sueños, y ostenta  un corazón.  
Tal vez no viste tu suerte o tu elegancia, 
pero está al lado, tragándose el sudor. 

El de ahí al lado es cierto y, por ser cierto, 
anduvo un trecho y tuvo una sanción; 
por eso es bello, aunque no te lo parezca. 
Por eso trajo su hambre y su canción. 

El de ahí al lado tal vez no tenga un nombre 
pero, ¿quién sabe si tiene la  razón? 
y, si no la tiene, ayúdalo a encontrarla. 
No lo abandones. Tú eres su salvación. 

El de ahí al lado puede estropearte  el sueño, 
la mesa, el traje... la muerte y el dolor... 
No lo ignores, no lo eches, no trates de borrarlo. 
El de ahí lado será tu salvación.










EL HOMBRE EN LA MALETA

El hombre en la maleta 
(Poesía)















Yo soy el hombre

que no pudo estar tranquilo. 
Yo soy el hombre que vivió
en una maleta, 
más bien, 
en un hatillo risueño y apretado 
sobre el hombro. 



Y no París, Dubay, 
Haway; 
no Londres, 
Moscú, Punta Cana, 
o Copenhague. 

Cuando más Las Palmas, 

Las palmas y La Habana; 
La Habana y la sabana... 
Sabana fresca con sus pájaros. 

Yo soy el hombre

que no tuvo pantuflas.  

Yo soy el hombre
que no se dio a vivir en una casa
que, más bien, fuera una caja 
o una jaula de peces en colores. 

 
Perdiendo todo lo que pudo, 
ha preferido siempre 
alzar el vuelo. 

Yo soy el hombre

que nunca tuvo cama propia: 
La noche fue su techo, 
su compañera  fiel de tantas madrugadas, 
la sombra más cabal donde anidar su cuerpo. 

Yo soy el hombre  

que anduvo en una nube, 
siempre flotando en una nube.

Yo soy el hombre

que nunca pudo aprender bien 
las cosas que hacen falta para el suelo 
donde hay que andar tan apretados
que un resbalón 

te pone el suelo de sombrero. 

Me dieron duro, sí. 

Me pegaron en la sien 
como a Vallejo. 

Testigos fueron 

todos los huesos de mi cuerpo, 

todos los días de las semanas 
y algún que otro 
perro nocturno callejero. 

Me dieron, sí. 

Con sogas, 
con cadenas, 
con palos, con noticias, 
con muertes, 
con sentencias. 

Me dieron, sí. 
Pero siempre respondí
a cada golpe 
con mi mejor
brutal, 
y más sonora carcajada. 

Me dieron, 

sí, 
pero no he muerto. 
Aún me queda vida por jugarme y, 
aunque mi pie de enfrente
busca a tientas el camino, 
voy marchando. 


Atrás 

irán quedando aquellos golpes,  
atrás
irán quedando aquellos huesos, 
aquellos días de las semanas, 
a pesar de que, 
los golpes, 
los huesos, 
y  los días de las semanas
nunca del todo sanan. 
Siempre se te queda dentro un algo
que hasta  el fin del camino te acompaña. 

Pues, bien. 

¡Atiendan...!
porque el hombre, 
piensa seguir viviendo en su maleta, 
piensa seguir volando a su sabana. 
Veamos con qué huesos va quedando, 
qué golpes y qué días
le  deparan...