Powered By Blogger

domingo, 20 de julio de 2014

CUANDO DE NADA NOS SIRVE REZAR.








        El sorteo de La Primitiva del sábado me ha dado una gran alegría y muchas esperanzas. He salido muy temprano para mi trabajo, no se me ha escapado ningún autobús, el doctor a quien relevo no ha tenido que esperar por mí ni un minuto, y me ha sobrado tiempo hasta para tomar un café y conversar con soberana calma con mis compañeros antes de comenzar el turno de trabajo. Ellos están asombrados de verme llegar tan inusualmente temprano. Hoy no he tenido que lanzar el bolso en movimiento, para ponerme la bata en medio del salón de curas, ni he dejado mi merienda ni mi comida en sus bolsas de plástico anudadas sobre la solana de la despensa, a merced de todo, hasta que yo pudiese colocarla en el sitio adecuado. 
    He venido rozagante y feliz, de muy buen ánimo, y eso se me nota. No es muy distinto de lo habitual, salvo la puntualidad extrema y otros detalles menores que transpiro. Y es que, por muy deprimido y desgraciado que me sienta, yo siempre he tratado de disimularlo, y hasta ahora no he conocido tristeza que me quite los deseos de cantar, contar chistes, piropear a mis compañeras y bromear con todo lo que pueda. Así, lo que te hace sentir mal no se te quita, pero alejas un poco al desencanto, o lo haces mas digerible y te lo tragas mejor. 
    Pero de todos modos, algo distinto hay en mí hoy. Alguien ha preguntado si me saqué la lotería, a lo que otra voz ha respondido que, si fuera el caso, yo no estaría allí. No es difícil conocerme.
    Yo estoy disfrutando de una alegría efímera y muy peligrosa, porque he recuperado más del doble del dinero que había apostado el sábado, y eso me ha llenado de esperanzas para seguir jugando. Me he vuelto a creer que todo es posible, y eso, a estas fechas de la realidad pura y dura, puede llegar a ser fatal.
    Entre mis boletos de apuestas sabatinas, he descubierto cuatro combinaciones de cuatro aciertos cada una, unas cuantas de tres, y no pocos reintegros. En total he recuperado como quinientos euros y estoy muy contento, no tanto por el dinero, sino porque me creo que eso significa que ya estoy cerca del gran premio.
    El dinero es lo de menos. Es eso lo que decimos cuando lo tenemos y, exactamente igual que en aquellas circunstancias en que hemos salido de un gran peligro, temor o enfermedad, de pronto, ya no nos acordamos de lo mal que la pasamos antes de llegar la ansiada solución a nuestro drama. Nos parece que no ha pasado nada, y que, lo malo que fué, estaba sólo en nuestras mentes.
    Pero yo estaba realmente contento aquella mañana. Yo, que había perdido hasta esa fecha un promedio de venticinco a trenta mil euros en juegos de azar ( ya hoy día, pienso que llega a cien mil esa cifra...), me sentía feliz y afortunado de haber ganado sólo quinientos. Y era por eso: el dinero es lo de menos. No importa lo que pierdas, lo que importa es lo que ganes y, más aún, lo que vas a ganar. ¿Qué más dan  quinientos o cinco mil euros, si tú sabes que tarde o temprano ganarás doscientos mil, como poco?. ¿Qué importancia tienen veinte o cinco euros que están en tu bolsillo o en la billetera, si con ellos vas a sacar un millón?. ¿Tiene alguna importancia quedarte sin un céntimo, andar en autobús a costa de la caridad ajena, levantar rumores y malediciencias contra tu persona por andar siempre sin un duro, pidiendo las más de las veces a los demás algo de dinero, si estás convencido de que en algún momento te va a sobrar ?. Entonces, van a ver todos cómo soy. Los invitaré a todos, nos iremos de viaje en un vuelo chárter que irá por mi cuenta, y hasta los más huraños y antipáticos recibirán regalos míos.                
    Aunque, de momento, la realidad era sólo aquel respiro de quinientos efímeros euros, así de lejos andaban mis pensamientos en aquella mañana de finales de diciembre en que, renovado, comenzaba un nuevo día de trabajo. 
    Mirando, a la brillante lucesita del otoscopio, oídos rojos y purulentos de otitis o cagados de cerúmen, gargantas inundadas de pus, amígdalas de asco; rebajando barrigas perniciosas con sobrehumano esfuerzo para, al final no palpar nada; pinchando nalgas, ensartando venas, cosiendo tajos, traspasando anos adoloridos y vaginas pruriginosas y fluidas; tragándome chillidos de chiquillos aterrados y más sanos que sus padres hipocondríacos y quisquillosos, se me ha ido la mañana y parte de la tarde, recordando todo el tiempo a Cuba.
    Debe de ser por la inminencia del retorno vacacional que me anuncia la promesa infundada de un premio lúdico que no me suelta ni en medio de una parada cardiorespiratoria, con maniobras extremas de resucitación cardiopulmonar y "chuchazos" eléctricos incluidos. La imágen del paciente con la laringe atravesada por el tubo endotraqueal, alejándose en la camilla que mueven los chicos de la "medicalizada", me ha aterrorizado. ¿Será que tengo mucho miedo de que me pase a mí, antes de que pueda volver a ver alguna vez mi ciudad con tufo marítimo, los ojos brillosos de alegría de mis viejos aún en vida, la sonrisa infantil y los ojazos negros de mi
hermana y mi sobrina --cada una los suyos--, el aspecto de macarra inocente y bonachón de mi hijo, la mesa del comedor, donde me parieron...?.
    Sea por esto o por el episodio que me confirma el rechazo, la desaprobación y objetiva crueldad que mis compatriotas le reservan a todo animal que no tenga igual plumaje, lo cierto es que en cada cosa que hago durante mi jornada, encuentro un punto que me enlaza con remembranzas de mi tierra. ¿ O será que lo que hago es reprocharme el no haber podido casi nunca o el no haber hecho lo suficiente como para hacer con más frecuencia ( o con alguna frecuencia ) eso que hacen la mayoría de mis pacientes: darles a sus seres queridos unos días de sosiego, de esparcimiento y de disfrute en ambiente fraternal y familiar?. Hay, en el álbum fotográfico de mi familia, muy escasas fotos con ese tema, y me entristece reconocerlo.         
    La llegada de la tarde con su receso en la afluencia de pacientes,  (pareciera, a veces, que las dolencias también respetan y disfrutan de los horarios de almuerzo, siesta, festividades y celebraciones locales y nacionales, y que arrecian cuando se acuerdan de que llegó la hora de hacer algo...), me da la oportunidad de bajar al puesto de loterías y refujiarme una vez más en lo bien pensado de mi estrategia de juego. Los quinientos euros son otro alivio. Las apuestas de La Bonoloto son las más baratas y, con menos de la mitad de lo ganado, puedo desplegar ampliamente mi sistema pro-panacea, y me sobra dinero para seguir apostando durante toda la semana casi.
    Unas cuantas visitas a domicilio en los hoteles cercanos y no tan cercanos, anuncia la vuelta a la vida de la tarde que, paradójicamente, ya comienza a decaer justo cuando resucita. 
    Me desplazo hasta allí, en ocasiones, llevado por los chicos en una de las ambulancias de los servicios privados que, en cordial acuerdo y desleal competencia, se toleran mutuamente, soñando con el día en que desasparezca el contrario, más que sobreviven. No sé si debido a ello, o porque, en realidad les caigo simpático a los chicos, los servicios en ambulancia son de lo más divertidos, porque los chavales hacen lo indecible por hacerlo lo más ameno posible: Me cuentan chistes, me piden y me ríen los míos aunque ya se los haya contado antes y, cada equipo a su manera, hace lo suyo por seducirme, incluyendo invitaciones a café, helados y hamburguesas.
    Los otros servicios de llamadas los cumplo trasladándome en el coche de la empresa, haciendo gala de mi pericia de conductor improvisado y sin carné, pero con la anuencia que nos da el diseño de vehículo médico en servicio, y la evidente imágen de facultativo que se le nota al conductor, con su bata, sus gafas y sus canas. La policía y la guardia civil --cuyos agentes que me reconocen, me saludan efusivos y, hasta en alguna que otra ocasión, me han pedido consejos y recetas médicas-- ni siquiera sospechan que el doctor no ostenta la calificación y autorización debidas para conducir 
un vehículo y, cada vez que pueden, asisten y colaboran, garantizando una circulación fluida y sin obstáculos, al facultativo en su transporte de servicio.
    Unos cuantos pacientes más que --debutantes unos y en reconsulta otros-- aguardan por mi regreso, o simplemente aparecen cuando menos te los esperas en el local del centro médico, interrumpen el almuerzo, arruinan el sueño, rompen una escena de los más romántica y otra muy divertida que había en la tele, amén del partido de fútbol hasta que, sin mayores contratiempos, ya estamos entrando en la noche, y se acerca la hora del sorteo.










  
      Afortunadamente hoy, --que, os lo aseguro, no es lo habitual--, no aparece nada de trabajo que me impida hacer lo que hago siempre que puedo, unos minutos antes del sorteo, para atraer la suerte, la Gracia de Dios y la Piedad Divina. Con esa intención, finjo que intentaré dormir un poco, y me encierro en la soledad del despacho.

    El rito se me fué ocurriendo, y se ha ido conformando hasta llegar a lo que es hoy, desde que --apercibido de que iba a tener que recurrir a la benevolencia del Señor si persistía en mis pretensiones que, ni con ésas-- comencé a rezar y a idear plegarias de lo más singulares, invocando a un Dios que se supone tiene conocimiento de que se celebra un sorteo diario que puede hacer dichoso a más de uno aunque, eso sí, en diferentes grados de dicha por cada día.
    Yo rara vez había rezado, y puede que ese factor sea determinante en los casi nulos resultados que hasta hoy han tenido mis plegarias que, convencido de que algún día alcancen el "quorum" suficiente, no cejo en enviar al Todopoderoso y a otras divinidades adyacentes día a día, a la hora del sorteo. He pensado seriamente en cambiar de horario, por aquello de que "nos acordamos de Santa Bárbara no más cuando truena", además de por el hecho obvio de que, sin duda, a esas horas deben ser de una indescifrable complejidad las voces que pudieran el Señor y otras Entidades Colaboradoras alcanzar a descifrar, si es que, como se comprenderá muy fácilmente, alcanzaren a descifrar algo.
    Pero yo no me detengo ante tales imprecisas suposiciones, que no pasan de ser terrenales y, esperanzado --además que guiado por la sabiduría del que dijo "no hay peor gestión...--", me abandono a la paz que me da hablar a alguien que no sea los que ya conocemos, y recito una y otra vez el rito, mirando al cielo por una ventana siempre que puedo ( en cuyo caso, me aseguro que no hayan ojos ni oidos profanos que capten y descifren mis mensajes divinos, no por miedo al ridículo ). 
   Una vez en ese trance, sostengo los talones apostados en mis manos y, recorriendo cada una de las líneas de a seis números que pudieran aderezarme sustancialmente la existencia, se las voy mostrando al Cielo, mientras repito una vez por cada una:
   "Jehová, Yavéh, Dios, mi Dios, en el Nombre de Jesús Cristo, tu Hijo aquí en la tierra y en el cielo, yo (me identifico ) también tu hijo, te pido que te apiades de mí y me des la gracia de obtener un premio ésta noche en el sorteo que, llamado La Bonoloto, se celebrará ( o se está ya celebrando ) en la sala de apuestas del Departamento de Loterías y Apuestas del Estado de España, en Madrid, en la calle de Guzmán el Bueno ( esta dirección me la aprendí de tanto verla: aparece en el reverso de cada uno de los talones de apuestas ). Te pido así ( continúo ), Mi Dios, que una de éstas combinaciones de seis números aquí dispuestas en sentido horizontal, coincida con la que resultará de extraer siete bolas numeradas de un bombo o que, al menos, coincidan cinco de sus números, más el sexto, con la séptima extracción: el llamado "complementario". Hazlo así, Mi Dios. No nos abandones. O de cualquier modo, haz que yo recupere, al menos, todo o parte del dinero que he perdido...".
    Casi nada, le pedía yo. Además, sabiendo que a ésas horas estaría el destinatario de mis oraciones muy solicitado, también le dirigía peticiones a otras divinidades, como por ejemplo:
    " Virgen María, Madre María, Santa María, Doña María; María Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre mía. Yo ( otra vez, mis datos personales, para que sepan quién les habla y no haya confusiones...) tu Hijo también, te pido que intercedas por mí ante Dios, ante Jehová, ante Yavéh 
para que se dé el milagro que le he pedido: un premio..." ( lo mismo...).
    Luego, cubano al fin que vivió muchos años en La Habana, me remitía a nuestra adorada divinidad de La Milagrosa, deificada por los asíduos al cementerio de Colón en La Habana y, más tarde, por casi todos los cubanos de cualquier rincón de la isla. La figura y creencia en ésta divinidad o deidad popular, tiene su orígen en la leyenda de una joven señora de la clase media habanera de principios del siglo XX, Amelia Goyri de Adot, que enfermó de eclampcia durante el parto de su hijo. Se cuenta que, a pesar de los ingentes esfuerzos de su amante esposo, de su familia, y de los médicos, la chica no pudo rebasar el ataque, muriendo ella y también la criatura durante el paritorio. 
     Rotos de dolor, les dieron sepultura a ambos en una sóla urna, que depositaron en el panteón familiar, entre lágrimas y signos de duelo en habitual ceremonia de entierro cristiano, en el cementerio del municipio habanero de El Vedado.
    Este cementerio, bautizado "de Colón" en homenaje al marino genovés Cristóbal Colón, ha sido declarado por la Unesco Patrimonio Cultural de La Humanidad, por lo bella y majestuosa de su extensa arquitectura y los valores escultóricos y artísticos que atesoran tanto el diseño, como la extensión y número de sus panteones --que, se dice, son en su mayoría una réplica a escala de las mansiones de la alta burguesía habanera--, sus  bóvedas, nichos, sepulturas; sus calles y aceras, jardines, fuentes de agua, criptas, capillas, las columnas monumentales que lo adornan, sus muros gigantescos que guardan miles de anécdotas y leyendas, como la que te estoy contando.
    En ese cementerio recibieron sepultura Doña Amelia y su malogrado recién nacido que, según cuentan, le fué colocado a los piés al cadáver de su madre. Se dice también que la historia de amor de la muchacha con el que ahora era su viudo, había tenido que atravesar un largo camino de pesares y sacrificios, para devenir en matrimonio sólo un año antes del desdichado desenlace pues, al parecer, el chico no era aceptado por la familia de ella, y sólo la constancia, la lucha de ambos por el amor, y sus privaciones hasta lograr la unión, pudieron vencer la prohibición. Se comprenderá mejor, entonces, que el infortunado padre de familia asistiese día a día a visitar la tumba de la que fué su amada y de quien iba a ser su hijo.                                                 
      Hasta que, años más tarde, se realizó la exhumación de los restos de los cadáveres. La perplejidad y la desesperación que embargó a la familia al encontrarse con lo que se cuenta que apareció al abrir la tumba, dió lugar a la leyenda y a las facultades milagrosas que se le atribuyen a la fallecida: Tanto la criatura como su madre permanecían intactos, sin el menor signo de descomposición. El bebé, que en un inicio se había colocado a los piés de la madre, aparecía ahora en su hombro, arropado por ella.
    Es también parte de la leyenda el hecho de que el viudo enloqueciese tras el hallazgo. Desde ese momento, no dejaría nunca de llamar a gritos a su amada, haciendo sonar contra el mármol las aldabas de hierro que adornan la tumba, en sus intentos desesperados por despertar a su Amelia, rito éste que (el de sonar las aldabas contra el mármol ) siguen repitiendo los devotos de la Milagrosa en señal de reclamo a los milagros que le piden.

   Muy lejos de La Habana, como para poder hacer sonar las anillas de la tumba de la Milagrosa y rogarle por un milagro salvador, pretendía yo hacerlas sonar a gritos, pues mis rezos pre-sorteos contenían una plegaria a nuestra Milagrosa, y era así:
    " Amelia Goyri de Adot, Amelia Goyri de Adot, La Milagrosa, Milagrosa Santa. Santa Amelia Goyri de Adot, La Milagrosa del cementerio de Colón de La Habana, Cuba; Milagrosa Santa Amelia, La Milagrosa, Mi Milagrosa Santa, haz el milagro. Haz el milagro, Milagrosa. Milagrosa, haz el milagro. Haz el milagro de que yo ( ya sabéis, me identifico...) pueda obtener un premio en el sorteo de La Bonoloto, que se celebrará ésta noche en..." ( adjunto los mismos datos...).
    "...haz el milagro, Milagrosa, haz el milagro, e intercede por mí ante la Virgen María, la madre de Dios, ante Jehová, Yavéh, Dios, mi Dios, nuestro Dios...". 
    ...el resto, ya se conoce... 
    Por último, un buen día en un programa televisivo de corte místico, generado en Miami y conducido por una paisana mía, aparecieron varios testimoniantes que decían haber visto a su Ángel de la Guarda, o al de algún familiar que estaba pasando por una situación extrema al momento de la visualización. Entre otras cosas, mi coterránea ( a todas luces, documentada previamente acerca del tema que se iba a tratar en su programa ) coincidía con sus invitados-testigos en algunos rituales y normas que debemos observar ( y me incluyo porque yo, desde ese mismo instante, ya me había subido al carro...) los que aspiramos a pedirle algo, hablar
con él, e incluso ver algún día a nuestro Ángel Guardián  
    Aconsejaban éstos que lo primero era preguntar en voz alta por su nombre, o sea, algo así como decir ( en un momento de soledad preferentemente, como se entenderá ) en voz alta ( y también clara):" Ángel de La Guarda, Mi Ángel de La Guarda, ¿ cómo te llamas...?. ¿ Cómo te llamas, mi Ángel de La Guarda?. ¿ Me dices tu nombre, Mi Ángel de La Guarda...?".
    Según aquéllos, tras hacer ésto se debía tomar por válido el primer nombre que te viniera a la cabeza, ya que ellos no garantizaban que fueras a escuchar, efectiva y realmente, la voz de tu Ángel Custodio responderte: "Mucho gusto, amo. Encantado. Mi nombre es Fulano. Y tú, ¿cómo te llamas...?".
   Tal y como estaréis pensando, lo hice así y, como me lo esperaba, no escuché nada pero, no sé por qué, desde el mismísimo momento en que pronuncié la invocación, me sonó en la mente un nombre: Gabriel. Y ése es el nombre de mi Ángel Guardián: Gabriel. Os lo presento: 
    Éste es Gabriel, Mi Ángel de La Guarda... ( saluda, Gabriel...).         Y, por supuesto, tampoco escapa Gabriel a mis rezos y peticiones pro-premio metálico:
    "Gabriel, Mi Ángel de La Guarda, Gabriel. Ángel de La Guarda, Gabriel. Gabriel, Mi Ángel de La Guarda, mi Ángel de La Guarda, mi fiel compañía, no me abandones de noche ni de día, y concédeme el Milagro que te pido, y... ( ya sabéis, lo de siempre...).     


    

Se comprenderá que, repetir todos éstos rezos por cada una de las líneas de apuestas que había sellado que, no eran pocas, su tiempo tomaría. Pero yo no paro por nada. Lo hago siempre hasta el final. En realidad, nunca lo había hecho en mi trabajo, porque en las horas de la tarde y en las previas al sorteo se hace muy difícil conseguir el tiempo y la soledad necesarios. El hecho de que hoy me hubiese sido posible pronunciar todas mis plegarias sin interrupción alguna, siendo por demás, el primer día que lo intentara aquí, me pareció un buen signo, premonitorio incluso de algún buen resultado. Con ése buen sabor de boca continué mi turno, evitando ver los resultados del sorteo, cosa que no haría hasta el día siguiente, al llegar a casa. 
    Con ésas esperanzas continuó mi turno, sin acontecimientos extraordinarios. Realicé todos los servicios que se presentaron con la mente puesta en los recuerdos de mi país. Con esos recuerdos rondándome, en cuanto pude, intenté dormir.

    Estoy tendido ahora sobre la camilla donde hace más de dos años he venido durmiendo por más de una noche seguida, en no pocas ocasiones en que he aceptado hacer dos turnos de guardia ininterrumpidos, en períodos en que, o bien nos ha faltado un médico en el equipo, o bien uno de mis compañeros necesita tomarse unas vacaciones, o algún que otro día libre. Resultará fácil entender que yo no salga de vacaciones muy a menudo y, entre otras cosas, jamás me he alejado de la ciudad en la que vivo más allá de la distancia que me separa del centro turístico donde trabajo. Por razones evidentes, yo siempre estoy necesitando algún dinerillo extra, otra condición que me convierte en la persona a quien casi todos recurren cuando es necesario tapar un agujero en el servicio de nuestra clínica. 
    Por ésa razón ha sido que, con frecuencia, he permanecido dos noches seguidas con sus 
días, de servicio. Una vez, fueron tres noches seguidas.
    Tenemos una cama plegable en el local de rayos-x, pero la idea de tener que armarla y desarmarla cada vez, no me hace mucha gracia, así que prefiero tenderme sobre la camilla de examen, toda vez que yo acostumbro a quedarme dormido en la posición que me sorprende el sueño que, casi siempre, es la misma en que me tiendo sobre el lecho y, salvo raras excepciones, lo hago tendido bocarriba, sin almohada, aditamento que prefiero colocar debajo de mis rodillas para elevar mis articulaciones coxofemoreles de la cadera y adquirir así, durante el sueño, la saludable postura o posición de "Williams", que resulta tán útil para corregir afecciones de la columna vertebral, mientras descansamos.
    Como creo haber contado ya, sufro de afecciones vertebrales. Una de ellas es en las cervicales, aunque es en las lumbares la de mayor importancia. De allí se me extrajo una hernia del disco intervertebral en mis tiempos de estudiante universitario, cuando, alternando entre las 
prácticas del equipo de judo de nuestro Instituto de Ciencias Médicas, y las del recién introducido en Cuba, a la sazón, deporte del kárate-do, parece ser que sobrecargué de entrenamiento mi sistema osteoarticular, y hube de lesionarme. 
    El conocimiento de que padezco de estas afecciones me obliga a ejercitarme cada vez que puedo y, aunque no lo hago con toda la frecuencia y la constancia que debiera, parece ser que lo que practico resulta suficiente para mantenerme en forma, más en forma incluso que muchos 
más jóvenes y sin las afecciones que me aquejan, sin que ésto os dé la idea de que soy un atleta destacado o un tío "cachas", ni mucho menos.
    En éstas cosas voy pensando a medida que, antes de terminar por adquirir la postura definitivamente cómoda a mi esqueleto ávido de reposo, hago algunos ejercicios estiratorios, 
combinados con algunas posturas del "yoga":  



    Me sostengo sobre la cama haciendo una parada de cabeza que, en el argot de aquél sistema hinduísta de autocontrol y entrenamiento físico, en pos de la paz espiritual y su integración con el bienestar físico, se denomina "sirshasana". Esta parada de cabeza es parecida a "el pino", pero sin poner las manos, apoyándonos directamente sobre el cráneo y los codos. 
   También permanezco otro tanto, antes de dormirme, en la llamada postura o "asana" ( en el yoga las posturas se denominan "asanas" ) del "sarvangasana", que es, igual, una especie de parada de cabeza, pero al revés, o sea, con el cuerpo invertido y todo su peso descansando sobre los hombros.
    Además de producir una relajación ideal para adentrarse en un sueño tranquilo, éstas posturas proporcionan un reordenamiento muy útil en la disposición circulatoria de nuestro cuerpo, ya que, al invertir por un tiempo que podemos prolongar a voluntad, el efecto que ejerce la fuerza de la gravedad sobre nuestros fluidos circulatorios corporales, proporcionan un descanso inmediato y una descompresión sobre las regiones más bajas de nuestra anatomía. Así, cuando, por ejemplo, hemos permanecido de pié más de lo que quisiéramos, y sufrimos, en consecuencia, una sobrecarga de fluidos hacia los miembros inferiores, éstas posturas compensan y corrigen casi de inmediato los efectos de las mencionadas sobrecargas.
    Además, se puede ver el mundo desde otra perspectiva por un momento y, de esa forma, te das cuenta de que éste está al revés, por lo bien y ordenado que se te aparece, cuando lo puedes apreciar "de cabeza" y, sorprendentemente, parece ser que con el flujo renovador de sangre, los pensamientos fluyen de manera mucho más ágil, condiciones ambas que, conjugadas y al unísono, hacen de éste instante pre-onírico-post-patas-arriba, un inapreciable momento para la reflexión y el pensamiento.
    Y así, patas arriba y cabeza apoyada sobre la camilla, con todo el peso del cuerpo descansando sobre la nuca, mi mente vuela, traspasa fronteras y se va a donde yo quiera, metiéndola a voluntad en los canales que desee sintonizar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario