"Y AL CABO, NADA OS DEBO..."
(Antonio Machado. 'Retrato')
Me sobrepongo al malestar inicial, que va pasando con la ayuda de los chicos que bromean conmigo, y del señor Domingo, que es el dueño del puesto. Me sobrepongo, pero no del todo, mientras escucho cuánto dinero le ha tocado a un afortunado que se ha llevado tres millones de euros y sólo ha apostado tres. Tres euros arriesgados, y tres millones ganados. Esto me da fuerzas y ánimos a mí, que llevo más de dos años apostando unos cien euros diarios. Me da fuerzas y ánimos para comprobar que, en todas mis apuestas de ayer, --unos cien euros--, sólo he recuperado cuarenta...
Sin duda, mi suerte se parece bien poco a la del chico de la historia..., pero, ¿ quien sabe...?. Me vuelvo a
dar ánimos. Reviso mis combinaciones diarias para la "Bonoloto" que, con los arreglos que he de hacerles, --una vez analizada la combinación ganadora de ayer--, me harán invertir otros sesenta euros hoy, sin garantía alguna de regreso... Pero no importa; si no me arriesgo... Además, hay un bote. A ver, ¿si no juego hoy, y sale una de mis combinaciones, eh?. ¡ Vamos, un día más...!.
Además, hoy se juega la "Euromillonaria", y ésta sí que da dinero. ¡ Venga!. Cuarenta euros más. Total : otros cien euros que entrego a esta loca maquinaria de quimeras. Es evidente: Estoy enganchado...
Todo comenzó un día, hace ya tres años. Yo estaba recién llegado de mi país y, aunque estaba trabajando ya en mi profesión y con un buen salario, seguía arrastrando la frustración de mis sueños juveniles. ¡ Si yo pudiera abandonarlo todo, y dedicarme al arte...!. Estaba "seguro" de que lo haría con una dedicación y una fuerza tales, que para mí no existirían barreras ante ningún esfuerzo que tuviese que realizar para terminar mi formación artística. Pero la dedicación y el esfuerzo que debía dedicarles a mi reencuentro con la profesión médica, --abandonada por diez años allá, en mi lejana tierra--, me alejaban cada vez más de acariciar mi viejo sueño, más lejos aún con los años que avanzan a una velocidad cien veces mayor que la madurez, la conformidad y el raciocinio.
Yo no sabía qué eran los juegos de azar, ni como funcionaban, porque en mi país, igual que la pornografía, están prohibidos. Ni pensé nunca, siquiera en tentar a la suerte de forma clandestina, como hacen algunos de mis paisanos. Nunca estuve interesado.
Hasta que un día, un amigo me mostró un talón de la "Bonoloto", y me explicó cómo funcionaba. Como que siempre me gustó la teoría de las probabilidades, me puse a practicarla. Pero lo hice solo, sin contar con nadie y poniendo de mi dinero constante y sonante, antes de verificar que fueran acertadas mis teorías combinatorias que eran por demás, muy limitadas, por mucho que arriesgase de mi dinero, si se tiene en cuenta los casi catorce millones de combinaciones posibles, inabarcables incluso para las miles de "peñas", con participantes múltiples y, por consiguiente, mucho más dinero para ampliar las combinaciones, y menos a arriesgar por cada cual.
Pero una extraña y traicionera atracción que habita en mí por las cosas "casi" imposibles de realizar, y una clarísima debilidad por los dictados del corazón, --en proporción de un millón a uno, con los del raciozinio--, me llevaban a intentarlo una y otra vez. Si mis teorías estaban acertadas, la prueba iba a ser su misma realización en resultados incalculables. Si no lo estaban, todavía cabría la posibilidad de que no me tendría que poner, forzosamente, tan fatal como para perderlo todo. Es decir, que entre la posibilidad de ganar millones, y la de perderlo absolutamente todo, --o la de no ganar nunca nada--, hay muchas paradas; y siempre habría, --o al menos, eso creía yo--, oportunidad de abandonarlo a tiempo y de recuperase.
Tardó muy poco en demostrarse algo que yo no había tenido en cuenta: Yo había ido a la universidad a estudiar medicina, no matemáticas, y mis supuestos "conocimientos" en Teoría Combinatoria, databan de mi etapa de estudiante de bachillerato que, aunque yo la recordaba como algo que había ocurrido sólo ayer, ya les habían pasado por encima algunos años.
En fin, que comencé a cursar una nueva carrera con el corazón y la "intuición", --como casi todo en mi azarosa vida--, que me hacía acariciar un sueño nuevo cada día, y la esperanza de que, por una vez, lo que tanto ansiaba estaba por llegar "ya".
Pero, en realidad, esto no había comenzado ahí. Sin darme cuenta del todo, yo había sido un jugador de azar desde que hice algo por mí mismo, por primera vez. Un jugador de azar, sin suerte...; pero jugador, al fin.
Prolifera entonces, --por este mismo extraño e inexplicable mecanismo--, la tendencia a adorar ídolos ya establecidos y millonarios; a hacer lo que sea --incluso, en detrimento de nuestra frágil economía--por verlos, o por tener un autógrafo o algo suyos, cuando lo más posible sea que ellos ya no quieran que los adoren tanto. O que sí los adoren, pero comprando sus discos, sus libros, sus películas, asistiendo a sus conciertos, a sus actuaciones, o a sus partidos; tanto mejor mientras más lejos de su "privacidad". No entiendo muy bien por qué pasa esto, si ya se sabe que los más famosos y con mayor éxito no son siempre los mejores, ni los más auténticos, ni los más talentosos, (no he dicho "en todos", o "en ningún caso"; sólo he dicho que "no lo son siempre").
Tampoco entiendo por qué nos enganchamos con entusiasmo, --y a veces, hasta con frenesí-- a las obras, seriales televisivos, películas, clips de vídeo, discos, conciertos (y también "des-conciertos"), libros, partidos, combates (y de todo lo demás que se nos “brinda”), difundidos generalmente, por los medios más conocidos y más prestigiosos, (léase también “los más poderosos”, casi una redundancia). Este “enganche” se produce, las más de las veces, en detrimento de nuestros bolsillos y de nuestro tiempo libre, ese tiempo nuestro de hacer cosas útiles, creativas y enriquecedoras, pero de todo eso “para nuestra vida, para nuestro proyecto y nuestras posibilidades de vida” y no para las que nos ponen como “gancho”, gancho del enganche que se produce más que nada en personas que están padeciendo de una falta de cosas para el alma y que, por lo mismo, lo más probable sea que las cosas del “no alma”, -entiéndase dinero, trabajo, realización personal, relaciones, salud, -pero “salud” no solo de la más elemental y física-, y todas esas demás “bicoquillas, no anden del todo bien en ellas. De ahí que, persiguiendo un momento de “felicidad” ficticia que nos da ese instante de “desconecte, de distanciamiento y alejamiento, (huida, catarsis, mutis por el forro, desbandada “a la desesperá, de distanciamiento de esta “otra realidad pura y dura”, de ese acto que llaman “catarsis” y que muchos sueñan, añoran o persiguen como un estado que aspiran que se quede de manera permanente, es ahí donde nos están asaltando, atracando a mano armada porque sin la más mínima resistencia, sin el más mínimo instinto de “·conservación” ni de protección por lo que tanto nos ha costado conseguir, nos “aflojamos tós” y entregamos a mansalva y de manera inexplicablemente suelta, suave y generosa, derrochamos “la bolsa y la vida” como diría el Grande Sabina, y se las entregamos a esas grandes –y “gordas”-, compañías y personalidades que, con nuestra fidelidad y dadivosidad generosa para con ellas, se van haciendo cada vez más grandes y más gordas a costa nuestra y, a nosotros, nunca nos van a “rebotar” ni un duro siquiera, ni aún en premio a nuestra fidelidad y toda esa preferencia que les regalamos y nunca nos darán ni el más ínfimo premio compensatorio, a menos que nos toque la “suertaza” de ganar el premio de la llamada telefónica de al final del programa, pero ¡eso…!!
Espero que habrá muchos que exclamen que intento descubrir "el agua tibia" o "asar la manteca", cuando se lea que digo que la mayoría de los que tienen la suerte de hacer muy bien algo y destacar, son los que han tenido la fortuna de acceder a las técnicas que, sólo un poco más difundidas y alcanzables que en otros tiempos, continúan siendo patrimonio de unos pocos que las puedan alcanzar, y siguen siendo terreno vedado --y, en muchos casos, desconocido--, para la gran mayoría de soñadores.
En muchísimas ocasiones, el "talento" radica en los buenos profesores que se ha podido tener, en el tiempo y las facilidades que se le haya podido dedicar, o en los medios técnicos con que se cuente para llegar, --a veces, descolocados, incluso-- a la estocada final: tener la ocasión de demostrarlo, que salga bien, y quedarse.
De ahí que, muchas veces, los "sabiondos" se lucen ante la figura del pobre soñador que, con las ganas sobradas, se atreve a probar suerte en algo que no ha tenido la oportunidad de preparar bien, ni de contrastar con los "que saben". Mucho menos tiene ni idea de cómo se hace a nivel profesional, ni sospecha que existe lo que para los "consagrados", es el "A B C" de lo que él intenta hacer. Pero nadie le ha dicho nada (tal vez no se lo digan nunca: él está ahí para probar y contrastar cuán "buenos" son los otros, los que "sí saben"), ni le han enseñado nada, ni le han dado la oportunidad de hacerlo mil veces, hasta que salga bien; ni de probar a ver qué tal, después de conocer la técnica correcta y entrenarla. Él ni lo sospecha: sólo sabe que hay algo dentro de sí que le dice que lo lleva en la sangre, que su alma y su cuerpo no le piden más que esto, que no puede ser posible que tanta vehemencia y tanta entrega no puedan llegar a develar ese talento que él siente que le dió el Altísimo. Y se lanza...
Se lanza, y cae al vacío:
_ Descalificado --le dicen-- Usted no tiene nada. Muchas ganas (que eso es bueno), y entusiasmo, y entrega, y decisión, y aptitudes también. Pero con eso no basta: Le ha faltado el "fiatto" y, aunque no se pudo definir del todo bien, parece que no tiene usted ni idea del "rubatto". Ni qué decir del "conatto",el "purgatto", el "gatto" y ni siquiera el "patto"... Pero, ¡por un buen "ratto"...! Díganos, ¿a usted le da clases Tato...?. También nos ha parecido que se le ha escapado algún que otro "flatto"... ¿Se le va a usted la mano con el plato, cierto?. Usted... ¿Usted es panadero, verdad?. Mire: La técnica del “distanssamenntto”no le ha salido del todo mal, aunque se ve que ni la conoce. Cierto es que no podríamos decir lo mismo del “raleanttanddo ni del “alejjanddo”, del “Goffiando”ni aún del “Regheattoneannddo”que se nota que las tiene usted bien aprendidas, -aunque no muy bien “aprehendidas”-, mas, aún siendo así, pues no le salen del todo bien… Ni mal… Que, vamos, que no… ¡No salen..!! Y la monda, -o sea, el colofón-, no me ha hecho usted un buen trabajo de las Piragodas Dialbaputadas. Además, ahora que lo veo, la contrapelusa la tiene oxidada. Vuelva usted en cinco años que ya… ¡A ver qué pasa..! (y PUNTO).
Otros “juradoadictos” se limitan a decir por lo bajini al “especialista”que les queda más cerca suyo:
Para, acto seguido, espetarle al desdichado:
“Ejem… Siguiente…” (Y punto.)
El aspirante ha caído desmayado sobre el suelo por el esfuerzo y la entrega que le ha puesto a lo suyo, y éste tío se limita a decir “SIGUEINTEEE…!!, mientras, los paramédicos sacan en camilla al ex- concursante y, exánime, se lo llevan fuera... (Y otro punto).
Este.. ¿ Que les decía...?. ¡ Ah, si...!. Ya: que las cosas se complican incalculable y endemoniadamente, cuando cuelgas los sueños y las ilusiones, para salir a buscar dinero. Si en el camino de búsqueda de lo primero te encontraste con que había, asombrosamente, millones de cazadores de sueños como tú, --más o menos declarados o convencidos--, ahora en este verás billones a por lo mismo, con mucha más experiencia, y cualidades, y resultados que tú que, por demás, estás ahí sin vocación, y no eres del oficio.
Y, curiosamente, en ese camino te encuentras a un montón de gente que ya habías visto antes en el otro.
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