(Armando H. Prieto Sust. )
No somos más que el pasto de la tierra.
Somos un poco menos que la flor
que exhibe en un instante su color,
y luego cae al lodo, que la entierra.
Somos el pobre fruto donde encierra
la muerte, todo el fin de su temor.
Somos bastante menos que el dolor,
porque el dolor nos vence cuando aterra.
Y en propiedad de nada nos quedamos.
Ni aún los huesos, en los que llevamos
la carne que a la tierra hemos de dar...
Pero, al menos, dejamos lo vivido
pues, aunque al lodo al fin vamos a dar,
la flor, alguna vez, habremos sido.
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