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martes, 18 de noviembre de 2014

CIENFUEGOS ME DIÓ UN SONETO












(o "LA CANCIÓN DEL CIENFUEGUERO EN EL DESTIERRO") 

Se aleja la ciudad, y yo sin alas, 

no alcanzo a detener el triste viento 

que arrasa su verdor y, en un momento, 

de las cumbres me aparta las escalas. 

Me quedo atrás al sitio que en las malas 

y buenas del andar y el pensamiento 

me viera vagar solo, mas contento, 

de echar mi voz al viento, aún sin galas. 

Yo, que a las gentes fui más que a las salas, 

dejo escapar la tierra que, en mi intento, 

escarbé con mis hambres como palas. 

Quédense, pues, ensueños que frecuento, 

y guárdenme el terruño de esas talas 

que yo, aunque talado, también siento. 

Armando Prieto Sust. 












lunes, 17 de noviembre de 2014

UN "DÚO" DE SONETOS


I- SONETO INCIERTO. 

Una tarde de enero en que las rocas 
bajo el baño de olas se perdían 
y peces en la arena parecían 
bajo el beso encalladas nuestras bocas. 

Mis manos, que eran dos gaviotas locas 
tu talle entre sus alas lo mecían 
y errantes por tus islas te pedían 
no dejarlas morir entre las rocas... 

Pero el suave terral hacia las olas 
tus ansias se llevó. Las caracolas 
no quisieron su canto regalarnos. 

Y en la costa dejamos olvidada, 
en triste soledad abandonada, 
la cabaña que vino a cobijarnos. 






















II- SONETO CIERTO.

El muro de coral la ola rompía, 
así tu tempestad quebró mi prisa. 
Al ancho ventanal corrió la brisa; 
así, sobre tu sed, corrió la mía. 


Mi barca entre tus olas me perdías, 
mis labios navegaban en tu risa. 
Afuera el mar rezaba su honda misa, 
adentro yo zarpaba y tú gemías. 

Mojadas y entre espumas tú me abriste 
todos los puertos y bahías que supiste 
al fin de la tormenta, ya inminente...  

Sentí que el mar se abrió bajo mi pecho. 
Entonces me salvó tu boca 'al dente'  
de naufragar allí, sobre tu lecho. 









UN RELATO CORTO


ArmandoPrieto Sust. 





Dice así este relato corto: 

Hola, muy buenas. Soy un relato porque relato, y soy corto porque no soy largo. Un día me cansé de temer a los largos y me rebelé. 

El relato largo, el cuento corto, el cuento "cuento", la novela corta, la "noveleta", la novela "novela" de muchos tomos, y las Obras Completas se reunieron. 

De pronto, tomé impulso. Estaban todos en fila y les pasé por encima de un gran salto... 

Caí allá, muy lejos, pero no lo suficiente como para que no me alcanzara el de "Seguridad" quien, al verme, tomó su 
"emisora", "walking-talking" o "radio".  

En fin, se llevó el aparato a los labio diciendo: 

-¿Sí?: Relato: Cambio...  ¡CORTO..! 
                                                       

Entonces fui feliz...  Tan feliz, siendo aún este relato corto

-¡CORTO...! 

Y no me "CAMBIO" por nada en este mundo...  


                                                       
  







LOS INDIOS DE SARAH BERNHARDT- II, (SEGUNDA PARTE, claro...)





    Habíamos partido de la premisa de que la  célebre y polémica actriz francesa Sarah Bernhardt, de viaje y actuaciones en Cuba durante una gira por toda América, había comentado, refiriéndose a los cubanos, que éramos unos " Indios con frac" y que , años más tarde, al preguntársele a la propia actriz si era cierto que ella había dicho esto de los cubanos, la divina respondió: 


_ ¿ Yo...?.¡ No!. ¡ Jamás he dicho eso...! Indios, sí.  Pero con frac, ¡Nunca..! 
    
Algunos estudiosos de las conquistas europeas del nuevo mundo americano, distinguen entre las características que diferenciaron a los británicos y anglosajones que colonizaron principalmente el norte, y las de los ibéricos, que lo hicieron con el sur y centro, como es el caso de Cuba. Se dice que los británicos vinieron más con visión de asentarse, de fundar villas y ciudades y de trasladar sus costum-bres y cultura a las nuevas tierras, y que era más frecuente entre ellos que viniesen con sus esposas, familias, etc; mientras los que nos tocaron a nosotros eran más aventureros, venían solteros o solos, más con intención de saquear, explotar y volver a casa con un buen botín.     Claro está, que los del norte tampoco eran unos angelitos que les pidieran permiso a los señores inditos para instalarse cordialmente entre ellos, irse juntos al trabajo, jugar al bridge por las noches y al beísbol los fines de semana; pero parece ser que la conquista ibérica fue más sangrienta y despiadada, lo que no significa que no lo fuera la del norte.    Entonces, claro. ¿ Les iban a pedir los inditos a los señores Diego, Hernán, Alvar, Francisco, y compañía que los dejasen tranquilitos y se volviesen con sus regalos?.     Y no sólo a éstos, sino también a los soldadillos de fila, a los marinerillos simples, que venían con los ojos y las cabezas llenos de codicia, y que cumplían órdenes de una corona que recién había constituido la hegemonía española al unirse, con el matrimonio de Doña Isabel de Castilla y Don Fernando de Aragón, los principales núcleos hispánicos; que emprendían un proyecto de reinado ambicioso, tras haber expulsado a los moros de Granada, -sometida a la ocupación árabe por más de siete siglos-, y a los judíos de todo el reino, introduciendo de paso, la Santa Inquisición. Comenzaban a planear la culminación de conquista y reconquista de muchos otros territorios, como las Islas Canarias, Navarra y muchos otros, dentro y fuera de la geografía hispana. Y, por supuesto, para todo ello se necesitaba disponer de riquezas.      Estos "pobrecillos" marineros y soldados de fila, -improvisados, de "ocasión" y de fortuna, los más- vendrían a llenarse los bolsillos y a salvar en esta misión los sueños e ilusiones y los estómagos de las familias que habían dejado en, ( ¿España...?. ¿ Qué era y dónde quedaba, entonces, lo que hoy conoce-mos como España ? ), aquel país que, para muchos de ellos, no estaría ni bien claro cuál era, más que su propio terruño.     Traían el mismo propósito, -desesperado en no pocos casos-, que movía a los vendedores pregoneros ambulantes de la calle de mis memorias infantiles y que mueve casi todas las empresas del ser humano en este Reino de Dios, con las diferencias que nos pone el altísimo, de tipo moral, ético, humano y de toda catadura, y que nos ha hecho llegar a la conclusión, en las más disímiles situaciones que se nos revelan a cada paso, de que "el fin, (¿ si ?), (¿ no?) justifica los medios".    Así, pues, a eso venían. Movidos por esos "nobles" propósitos, se habían enrolado en la loca aventura de surcar los océanos en frágiles e inseguras naves, en pos de un destino que no se sabía a ciencia cierta si era real o no, o si eran habladurías, ( no existían las agencias informativas cablegráficas, ni la tele por satélite, ni Internet, para confirmar las noticia),  al tiempo que cumplían órdenes de un reino que estaba necesitado y sediento de rellenar sus arcas maltrechas, reino que entraba en guerras constantes por la supremacía militar, comercial, -y hasta por conflictos religiosos, familiares y dinásticos-, con otros ejércitos de los entonces restantes imperios euroasiáticos, principalmente los turcos, -herederos del guerrerismo de los fenicios, cartagineses, otomanos, bizantinos, romanos, etc, que ya habían conquistado y reinado en varias regiones del entonces reino de España, disputándose constantemente el control y el dominio de las rutas de las especies y otros beneficios de sus antiguas colonias del otro hemisferio; cuidándose constantemente hasta de levantamientos e intentos por destronarlos por parte de un pueblo descontento y sumido en la miseria y de una cada vez más pujante burguesía que quería hacerse con el poder; cuidándose de los Borbones, los Saboyanos, los Médici, los Estuardo, los Habsburgo, etc, etc, etc; en su puja para hacerse con el trono español, que abarcaba por entonces hasta algunas ciudades italianas, francesas y portuguesas, mientras otras que hoy sí son españolas, no lo eran. Trono español que, por demás alcanzó a reinar en Alemania, países bajos, así como en otros países centro-europeos, euroasiáticos, africanos, etc, amén de sus colonias de ultramar.


   


 Y me refiero no sólo al período de reinado de los Reyes Católicos, porque Isabel sólo reinó hasta 1504, año en que murió, y Fernando lo hizo hasta 1516, -también hasta su muerte-, como monarca de Aragón. Había dejado de serlo de Castilla desde la muerte de su esposa, aunque continuó como regente de la nueva reina, su hija Juana I.     Pero la conquista duró más de tres siglos, durante los cuales desfilaron por las cortes españolas variopintos tipos de reinado, disputas con vacantes del trono incluidas, revoluciones sociales, rebelio-nes militares y ocupaciones ídem extranjeras, usurpaciones, declaración de la primera república, etc, a pesar de lo cual, el carácter y los métodos de conquista en tierras de América seguían inamovibles.     De momento, los últimos vestigios de la civilización indígena cubana, habían sobrevivido al menos a estos reyes.  
    Entonces, claro. ¿ Qué importaba si los Reyes Calicos estaban o no todavía en poder de la corona, fueran estos u otros los que gobernaran, y se ocuparan, -unos más, otros menos-, de sus deberes monárquicos para con las recién descubiertas tierras, o mandasen tener más o menos compasión para con sus infelices habitantes, si de sacarle el máximo de zumo a la naranja se trataba y, de paso, "exprimir" un tanto a los infortunados inditos que, en definitiva, nadie los mandó a estar ahí, ni a ponerse tan malitos cuando se les hacía trabajar?.       
    Por otra parte, esos tíos no aparecían en ningún censo, ni estaban registrados en sitio alguno, así que si se cargaban a al- gunos,  ¿ quién lo iba a notar ?.   


    Al principio, los colonos se mostraron un tanto respetuosos con los indios, sobre todo porque Colón no les permitió abusar de ellos, e intentaba llegar a algún acuerdo de convivencia con los indígenas. Pronto algunos de los más inescrupulosos jefes militares españoles, lograron encontrar un pretexto para deshacerse del marino genovés y devolverlo de regreso a España, incluso en calidad de prisionero y encadenado. Todavía regresaría Colón una vez más, -su cuarto viaje-, pero ya para entonces la autoridad del almirante ante los demás colonos era prácticamente nula, y en este viaje quedó olvidado y abandonado al encayar sus naves y perder casi la vida, en el 1503, en las costas de Jamaica. En 1504, volvería definitivamente a España, donde moriría dos años más tarde, pobre, ignorado y casi arrepentido de haber descubierto aquel trozo de mundo para ponerlo en las manos que al final se lo quedaran. 
    Otros, como el fraile franciscano Fray Bartolomé de Las Casas, se opusieron a los abusos contra los indígenas, pero sus esfuerzos también fueron en vano.
    Lo cierto es que los españoles no habían hecho tanto caso a Cuba como a La Española, en dónde había más oro, pero ya hacia 1510-1511 se vuelcan más intensamente en su conquista definitiva, e intentan descubrir y extraer más oro y fundar asentamientos desde dónde irse apoderando de la isla, "¡para explotarte mejooor...!", como diría el lobo disfrazado de abuela a Caperucita Roja en la memorable escena final del cuento.             
    Los indios que, al final de todo cayeron en cuenta. No eran tan tontos como se los imaginaban sus conquistadores. Los que no habían sido aún esclavizados, comenzaron a tirar y a esconder todo el oro que pudieron, y se rebelaron al sometimiento.
    Un cacique taíno de origen quisqueyano, (como si  aquellos inditos anduvieran como "Pedro por su casa", navegando con sus canoas entre las islas caribeñas. ¡ Joder..!, ¡ lo difícil que nos resulta hoy día...!), llamado Hatuey, fue el cabecilla de la rebelión, a la que se unió el cacique Guamá y otros. Fueron reducidos en un período relativamente
corto, y Hatuey, Guamá y otros jefes capturados, expiaban la osadía de sus rebeldías en el fuego de la hoguera. 
     Para que sirviese de escarmiento, y a la vez de "enseñanza" al resto de sus congéneres, justo antes de prender fuego a las piras sobre las que los ataron para quemarles vivos, -pero muy en serio, no fue un amago ni mucho menos-, les acercaron una cruz y un monje franciscano les propuso el bautizo y convertirlos al catolicismo. "Purificar" sus almas les proponían , justo antes de prenderles fuego. Les daban así la opción de entrar al "cielo" de primera mano y bien "calentitos", a lo que Hatuey respondió que si había españoles en el cielo, para ahí él no querría ir. Esto ocurriría hacia 1512.
    Nacía así, la leyenda del primer rebelde "cubano", el cacique Hatuey, que era en realidad oriundo de la isla de La Española, posteriormente bautizada como Santo Domingo, correspondiente más tarde a las actuales República Dominicana y Haití, muy parecido al nombre que le daban los indígenas en su lengua "arawak", ( Ayti o Hayti ).
    Resulta curioso percibir que casi todo regresa, -por no sé qué misteriosa regla-, a sus orígenes; como los asesinos de las novelas policíacas de nuestra adolescencia, que volvían siempre al lugar del crimen, cuando no fuera el consabido mayordomo, en cuyo caso permanecía en la escena hasta ser descubierto.
    Está claro que no paso por alto algunas imprecisiones y tal vez hasta contradicciones en este intento por resumir la breve historia de los que debieron ser, -pero no lo fueron-, nuestros antepasados, pero los recuerdos de la época en que me lo intentaron enseñar y las fuentes que he podido consultar tienen las mismas contradicciones e imprecisiones que, involuntariamente haya yo podido transmitir. Pero me temo que la historia de mi país, como lo es en general la historia, no estarán jamás exentas de ellas.
    Lo que sí no es una contradicción es que aquellos colonos llenos de ambiciones acudieran a la violencia y a la barbarie para lograr sus objetivos, porque sí es un hecho bien preciso que por sobre las contradictorias historias de sus antepasados y orígenes gravitaban no cientos, sino miles de años de violencia, sangre, exterminio, guerras y atrocidades de toda índole, de las cuales habrían sido sus ancestros más lejanos, cercanos y quizá, hasta ellos mismos-, unas veces víctimas, otras victimarios, -o ambas a la vez, las más-, pero nunca entes indiferentes ni imprecisos: 


    ¡ Pedónalos a los pobres, Dios mío !. Es que venían "desde" y "en nombre" de una "civilización" en la que la guerra, la muerte, el exterminio y el someti-miento, constituían "el pan nuestro de cada día", como método infalible para conseguir sus más "nobles" y ambiciosos empeños; y unas veces habrían "dado" y otras recibido también lo suyo. 
    ¡ Y mucho cuidado con contradecirme porque, precisamente, estos sí son MIS antepasados...!.

Mil años hace que el sol pasa 
reconociendo en cada casa 
el hijo que acaba de nacer, 
que el monte dibuja perfiles 
suaves, de pecho de mujer, 
que las flores nacen discretas 
y las bestias y la luz también. 
Mil años para nuestro bien. 
En cada valle una gente 
y cada cala esconde 
vientos diferentes.  

Mil años, que el hombre y la guerra 
dieron lengua y nombre a la tierra 
y al pueblo que rindió a sus pies, 
la plata del olivo griego, 
la llama persa del ciprés. 
Y el musulmán lo perdió todo, 
la casa, el sueño y la heredad 
en nombre de la cristiandad. 

Íberos y romanos, 
fenicios y godos, 
moros y cristianos. 

En paz descansen esplendores 
de amor cortés y trovadores. 
Dueños del camino del mar, 
no había pez que se atreviese 
a transitarlo sin llevar 
las cuatro barras en el lomo. 

Descansa en paz, ancestral grey 
vendida por tu propio rey. 
De mártires y traidores 
enlutaron tus campos 
los inquisidores. 

Mil años hace que el sol pasa 
pariendo esa curiosa raza 
que con su llanto hace un panal. 
Y de su sangre y su derrota, 
día de fiesta nacional. 
Que con la fe del peregrino 
jamás dejó de caminar, 
de trabajar y de pensar. 

Empecinado, 

busca lo sublime 
en lo cotidiano.  

Mil años hace y unas horas 

que con manos trabajadoras 
se amasa un pueblo de aluvión. 
Con sangre murciana y de Almería 
se edificó una exposición. 
Ferroviarios, labradores, 
dulces criadas de Aragón, 
caricias de este corazón. 
Y lágrimas oscuras 
de los andaluces. 
Y la dictadura...  

Patria pequeña y fronteriza, 
mil leches hay en tus cenizas, 
pero un soplo de libertad 
revuelve el monte, el campesino, 
el marinero y la ciudad. 
Que la ignorancia no te niegue, 
que no trafique el mercader 
con lo que un pueblo quiere ser.  

Lo están GRITANDO 
siempre que pueden, 
lo andan pintando  
por las paredes...



    Se quedaría corto Joan Manuel Serrat en este maravilloso texto de su canción "Por las paredes", porque en realidad el europeo o, mejor, el euroasiático: 

       No llevaba mil, sino miles de años haciéndose la guerra unos a los otros, tratando de imponer su lengua y su cultura a los que podía despojar de sus riquezas y sus casas y sus sitios de asentamiento en beneficio propio, poseyendo a sus mujeres ( no para mezclar la raza del pueblo vencido con la suya, -que también-, sino para saciar otro de los apetitos humanos que casi con exclusiva selectividad tienen "derecho" a saciar los vencedores); y sometiéndolos hasta hacerlos desaparecer o hasta que pudiesen, -con un poco de suerte o quizá la ayuda de otros más fuertes-, desquitarse y hacer con sus captores lo mismo que habían hecho con ellos, -¡o peor!-, perpetuándose hasta la saciedad la historia del "toma y daca".
    Y eso sigue, porque la versión moderna de la conquista es la política internacional, -y la nacional, y hasta la democracia en muchísimos casos-, como las de la esclavitud y el sometimiento lo son el trabajo asalariado y las estructuras sociales que nos obligan a hacer lo que sea para tener un poco de éxito en esta tenebrosa selva que sigue siendo el ordenamiento social y económico modernos-, amén de las guerras, que siguen siendo lo mismo, con medios más sofisticados y que superan en no pocos casos la crueldad y la implacable brutalidad de aquellos precursores; y con unas cuantas "leyes", "reglas" o "normas" para camuflar lo que permanece casi inamovible, o sea, que las reglas del juego son, precisamente, que no hay reglas.
    Y, ¡ bueno...!. Con toda esta verborrea "verbigrácica", -que en mi país llamamos coloquialmente "diarrea cerebral"-, no he tratado otra cosa que hacer que os deis cuenta de que siento mucha pena por NO ser el indio que decía Sarah Bernhardt que somos los cubanos, -con o sin frac, da igual-, y que un tanto avergonzado sí me siento de MIS VERDADEROS ANTEPASADOS.  
    No de mi abuelita Herminia, ni de sus padres, ni de todos aquellos españoles y europeos que durante todos estos años que vinieron después siguieron emigrando a América en busca de un futuro incierto, pero distinto y tal vez mejor; y empujados por las consecuencias de esa incorregible manía por las guerras y el sometimiento que heredaron sus gobernantes de sus "ilustres" y "heróicos" antepasados.   
    
    Un paisano mío, -colega, por demás--, logró colgar la bata y el fonendoscopio desde que se graduó casi, y anduvo por el mundo cantando sus melodías y tonadas "salseras", acompañado de un excelente grupo de jóvenes músicos cubanos y apoyado por el favor de las discográficas, los medios difusivos, y el público de un montón de países por donde paseó con éxito sus pegadizas y bailonas tonadas. Se dió a conocer como "Manolín, el Médico de La Salsa".          
     Terminó radicándose en Miami, desde donde aún anda intentando recobrar la "pegada" de sus iniciales andaduras, aunque me temo que no lo ha logrado, absorbido por los mecanismos sutiles del veleidoso mercado de la música popular actual.
    A golpe de bajo, "güiro", tumba --y otros "cacharros" de la percusión afrocubana--; así como de ese inconfundible "tumba'o" que le saben dar como nadie los músicos de mi islita caribeña al piano y a los instrumentos de viento y cuerda; ("tumba'o" que conocemos como "bomba"), repetía "El médico" una de las tantas tonadillas que el público coreaba febril, hasta el cansancio, y bailando desenfadada y "desaforadamente":
   "... Y esto no es ná; 

    ¡prepárate pa' lo que viene...!"