(Poesía)
Yo soy el hombre
que no pudo estar tranquilo.
Yo soy el hombre que vivió
en una maleta,
más bien,
en un hatillo risueño y apretado
sobre el hombro.
Y no París, Dubay,
Haway;
no Londres,
Moscú, Punta Cana,
o Copenhague.
Cuando más Las Palmas,
Las palmas y La Habana;
La Habana y la sabana...
Sabana fresca con sus pájaros.
Yo soy el hombre
que no tuvo pantuflas.
Yo soy el hombre
que no se dio a vivir en una casa
que, más bien, fuera una caja
o una jaula de peces en colores.
que no pudo estar tranquilo.
Yo soy el hombre que vivió
en una maleta,
más bien,
en un hatillo risueño y apretado
sobre el hombro.
Y no París, Dubay,
Haway;
no Londres,
Moscú, Punta Cana,
o Copenhague.
Cuando más Las Palmas,
Las palmas y La Habana;
La Habana y la sabana...
Sabana fresca con sus pájaros.
Yo soy el hombre
que no tuvo pantuflas.
Yo soy el hombre
que no se dio a vivir en una casa
que, más bien, fuera una caja
o una jaula de peces en colores.
Perdiendo todo lo que pudo,
ha preferido siempre
alzar el vuelo.
Yo soy el hombre
que nunca tuvo cama propia:
La noche fue su techo,
su compañera fiel de tantas madrugadas,
la sombra más cabal donde anidar su cuerpo.
Yo soy el hombre
que anduvo en una nube,
siempre flotando en una nube.
Yo soy el hombre
que nunca pudo aprender bien
las cosas que hacen falta para el suelo
donde hay que andar tan apretados
que un resbalón
te pone el suelo de sombrero.
Me dieron duro, sí.
Me pegaron en la sien
como a Vallejo.
Testigos fueron
todos los huesos de mi cuerpo,
todos los días de las semanas
y algún que otro
perro nocturno callejero.
Me dieron, sí.
Con sogas,
con cadenas,
con palos, con noticias,
con muertes,
con sentencias.
Me dieron, sí.
Pero siempre respondí
a cada golpe
con mi mejor
brutal,
y más sonora carcajada.
Me dieron,
sí,
pero no he muerto.
Aún me queda vida por jugarme y,
aunque mi pie de enfrente
busca a tientas el camino,
voy marchando.
Atrás
irán quedando aquellos golpes,
atrás
irán quedando aquellos huesos,
aquellos días de las semanas,
a pesar de que,
los golpes,
los huesos,
y los días de las semanas
nunca del todo sanan. Siempre se te queda dentro un algo
que hasta el fin del camino te acompaña.
Pues, bien.
¡Atiendan...!
porque el hombre,
piensa seguir viviendo en su maleta,
piensa seguir volando a su sabana.
Veamos con qué huesos va quedando,
qué golpes y qué días
le deparan...
No hay comentarios:
Publicar un comentario